Una de las cosas que más me agradó de mi visita a Bretaña fue su cocina. Sin dudas, un recetario tradicional que enfrenta el mar y la huerta para combinarlos sabiamente. Las cocinas costeras son netamente marineras, donde los mariscos son los protagonistas. El interior, asombra con sus vegetales y sus formas tradicionales de presentarlos.
Pero si vas a Bretaña no podrás dejar de probar sus moules o mejillones. Los encontrarás en todas los menús, ya sea de un humilde bar al lado de la playa, hasta la carta del restaurant mas cotizado.
Los mejillones bretones son bastante mas pequeños que los que se conocen en España procedentes de Galicia. Según nos contaron, depende de la temperatura del agua y de la velocidad en desarrollarse. De todas formas, son muy sabrosos y el tamaño se ve compensado con la cantidad, ya que cada porción es super abundante.
La receta más popular es la de los moules marinères (foto). Simplemente cocidos con un vaso de vino Muscadet (de la zona), unas cebollas picadas, perejil, perifolio y pimienta. Se sirven en unas fuentes individuales divididas en dos cuencos: uno para la montaña de mejilones y otro para una generosa porción de patatas fritas en bastones gordos.
También pueden pedirse unos moules à la poulette: vino muscadet, cebollas, perejil, perifolio, yema de huevo y nata fresca. O grillées simplemente cocidos en vino y luego rellenas las conchas con una “manteca de caracol” que se hace con manteca salada, un diente de ajo, perejil y échalote picada finísimamente. Luego se gratinan unos segundos para que lleguen dorados a la mesa.
Un plato abundante de mejillones a la marinera para una persona suele costar entre 5 y 7 euros.
Lo tradicional es acompañar los moules con un buen vino de la zona o con cerveza bretona. De ésta última les hablaré dentro de poco.
Foto | María Victoria Rodríguez
En Diario del Viajero | Bretaña