Un lugar que no nos podemos perder si visitamos Cantabria es Comillas, y en esta preciosa villa destaca el original "Capricho", una obra de juventud del genial arquitecto catalán Antonio Gaudí. El Capricho fue proyectado en 1883, el mismo año en el que se le encargó la Sagrada Familia.
Encargado por Máximo Díaz Quijano, concuñado del Marqués de Comillas, el Capricho se integra en el parque circundante de Sobrellano, lugar donde también se encuentran el espectacular Palacio de los Marqueses y la capilla familiar.
Su originalidad reside en la combinación de estilos artísticos, en la fusión de estructura y música o en su decoración, que hacen del edificio una pequeña joya arquitectónica. Es una modernista residencia de veraneo, monumento más visitado de Comillas y uno de sus símbolos.
No se sabe a ciencia cierta si Gaudí estuvo en Comillas para conocer el terreno donde se levanta el Capricho. En el nombre de esta construcción podemos encontrar tal vez una explicación de su estilo: un capricho ("Capriccio") es una pieza musical habitualmente de forma libre y de carácter vivo y animado.
Es posible que Gaudí se inspirara en esta expresión aplicada a un fragmento musical, para hacer variaciones de ritmo rompiendo las reglas clásicas, hasta tal punto que algunas de sus líneas poseen calidades surrealistas más que modernistas.
El original intento de integrar música y arquitectura culmina en los cinco huecos de la fachada principal, con ventanas de guillotina cuyos contrapesos son tubos de metal que emiten notas musicales al practicarlas. En una de esas ventanas, se conservan dos vidrieras de colores, características del modernismo, con un pájaro en actitud de tocar un teclado y una libélula pulsando una guitarra.
Con un estilo original, el Capricho combina y adapta formas y elementos hispano árabes (utilización de la azulejería, el ladrillo visto o la torre cilíndrica), con motivos neogóticos y una profusa utilización del hierro en las decoraciones.
Lo que más me gusta es el vivo colorido con el que Gaudí dotó al Capricho, combinando la cerámica verde con la piedra y el ladrillo en tonos rojos y amarillos. Y, especialmente, la torre cilíndica totalmente revestida con el adorno cerámico de la flor de girasol, una figura que me fascina y que se repite a lo largo del edificio. Esta torre-mirador se encuentra encima del porche de entrada, y en su interior una escalera de caracol permite subir hasta la arte más alta, acabada en un templete.
El edificio tiene planta alargada, con una superficie de 15x36 metros, y contiene sótano, planta y desván, con una torre cilíndrica revestida completamente de cerámica. Cada una de las dependencias se sitúan respecto al sol según su función, estando orientadas hacia el sur las dedicadas a las actividades matutinas. El acceso presenta cuatro columnas y arcos adintelados, con los capiteles exquisitamente decorados con golondrinas y hojas de palmito.
No he podido visitar el interior, ya que ahora es un restaurante, y no con aspecto de ser barato, pero leemos que el salón principal destaca por un amplio ventanal con ventanas de guillotina, y dispone de un fumadero cubierto por falsas bóvedas de estuco de estilo árabe.
El Capricho fue declarado Monumento Histórico Artístico en el año 1969. Como decimos, desde 1992, el edificio es propiedad del grupo japonés Mido Development Co. Ltd., el cual mantiene en su interior un restaurante con el nombre de "El Capricho de Gaudí". En el semisótano, antiguo garaje, se ha instalado una tienda dedicada a la venta de objetos que reproducen el estilo y diseños de Gaudí.
El Capricho se encuentra en el parque de Sobrellano en Comillas, al pie de la capilla del mismo nombre, de la que se encuentra actualmente separado por una tapia. El acceso se efectúa tomando la carretera que conduce a Cabezón de la Sal, a poca distancia de la plaza de Joaquín del Piélago.
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