Aunque acabo de regresar de un viaje bastante intenso, y hay quien cree que después de ello podría estar “cansada”, el que es viajero de verdad sabe que esto es como una droga; que cuanto más viajas, más destinos se dibujan en tu mente, haciendo que hasta el más largo de los viajes te deje con ganas de más y más.
Por eso, este año 2011 que comienza me he propuesto un único reto. Un nuevo gran viaje por libre, sin prisas y sobre todo, sin billete de vuelta. Esto último, que puede parecer una tontería, para mí es el mayor símbolo de la libertad: no saber cuándo vas a volver, no saber dónde podrás quedarte.
Mi reto viajero para 2011 es hacer el transiberiano: desde Europa hasta Beijing, ida y vuelta, por tierra. Me gustaría salir desde Berlín, y desde ahí cruzar Polonia y Bielorrusia. Si lo de Bielorrusia se me complica, no descarto dar un rodeo hacia hacia los países Bálticos (Letonia, Lituania, Estonia), para llegar a San Petersburgo.
Una vez en tierra de zares, comenzará mi verdadera aventura. Me subiré en el tren y me dejaré llevar a través de los Urales, de la fría Siberia; me bajaré donde me apetezca y me quedaré en cada lugar el tiempo que mi corazón me dicte. En Tayshet me desviaré hacia el BAM (una línea estratégica “alternativa” al transiberiano) para sumergirme todavía un poquitín más en el lejano oriente, hasta Sovetskaya Gavan, final del recorrido.
Desde ahí, a China por tierra. El recorrido que haga dependerá de muchos factores; entre otros, el dinero. Lo que no dudo es que, tras pasar un tiempo en China, la vuelta la haré en tren otra vez, pasando por Mongolia.
¿Se cumplirá todo esto? Seguro que ni la mitad de las cosas. Pero ese es mi sueño viajero para el 2011, y por experiencia puedo afirmar que, para que los sueños se cumplan, lo importante es tenerlos.
¡Feliz año a todos!
Imagen | Christophe André