Violet, la chica que sobrevivió a tres naufragios (incluido el del Titanic)
Ser mujer nunca debería ser un impedimento para viajar, y muchos menos para correr aventuras. Además, siempre hay que ver el vaso medio lleno (aunque se naufrague en él). Bajo este espíritu se condujo siempre por su vida Violet Jessop, una chica que viajó por medio mundo a pesar de que no iba para viajera, y que además sobrevivió a alguno de los naufragios más famosos de la historia (y ello no impidió que continuara viajando y viajando).
Pero ¿cuál es la cinematográfica historia de Violet Jessop? (sí, esperemos que pronto tenga su propia película en Hollywood, por que la historia lo merece.
La campesina que quería ver mundo
Violet Jessop puede considerarse una chica afortunada, a pesar de su insistencia por embarcar en grandes aventuras en barco. En el más famoso naufragio de la historia, el del Titanic, en el que incluso Leonardo DiCaprio se congela, Violet también había embarcado. Sin embargo, a diferencia de las otras 22 chicas que había en el barco (un porcentaje minúsculo si tenemos en cuenta que el pasaje estaba compuesto por 2.228 personas), Violet no era millonaria, ni pertenecía a la clase alta.
Violet había sido contratada para trabajar en el Titanic como camarera. Es decir, que la historia de Violet era como la de Leonardo, pero acabaría ambos estaba excluidos de la alta clase social que viajaba en aquel buque, pero Violet se hundió en el fondo del océano.
Todas conocéis el trágico viaje del Titanic, que, una noche de 1912, colisión con un iceberg y empezó a hundirse a pesar de que sus constructores aseguraban que era insumergible. Cuando el barco empezó a hacer aguas, Violet se mostró serena, sabiendo exactamente lo que debía hacer para sobrevivir. Y es que, solo un año antes, en 1911, Violet también había sobrevivido al hundimiento de otro gigantesco barco, el Olympic, donde también estaba trabajando como camarera.
Violet había nacido el 2 de octubre de 1887 en la Pampa, Argentina, aunque por sus venas corría sangre irlandesa. Su padre era un pastor de ovejas irlandés, que había emigrado hasta Argentina, pero Violet exhibía una elegancia natural que le permitió acceder a la tripulación de algunos de los barcos más célebres e imponentes de la época. Violet también mostraba unos ojos verdes que irradiaban fortaleza, pues se apoyaba en sus creencias religiosas y en el poder de la oración.
Aquella fortaleza probablemente le permitió sobrevivir a la tuberculosis a temprana edad, a pesar de que los médicos admitieron que no podían hacer nada por ella. Cuando su padre murió, su madre se vio tan acosada por las deudas que emigraron de nuevo, ésta vez hasta Inglaterra. Violet tuvo que empezar a contribuir a la economía familiar, así que se postuló como camarera en la naviera Royal Mail Line.
Se hizo pasar por fea
Solo tenía 21 años, demasiado joven para un trabajo que requería gran responsabilidad y clase: lo habitual es que las camareras de la naviera tuvieran 40 años. Además había otro problema: amén de la juventud, la belleza también era un impedimento para ejercer aquella profesión, porque según los contratadores podía original problemas entre los pasajeros y el resto de la tripulación. Violet no se rindió, y para conseguir el puesto usó ropa vieja, no se maquilló y afeó su físico todo lo que pudo para aparentar diez años más. Finalmente, obtuvo un puesto como camarera para pasajeros de tercera clase.
A pesar de todo, Violet desprendía un encanto natural tan magnético que en un solo viaje llegó a recibir hasta tres propuestas de matrimonio por parte de los pasajeros. Violet era feliz en su trabajo, y lo desempeñaba con eficacia. Además, podía viajar por todo el mundo, cuando a principios del siglo XX las mujeres raramente lo hacían. Su reputación finalmente le permitió acceder a una empresa todavía más importante, la White Star Line, una naviera especializada en viajes en barcos transoceánicos impresionantes para las clases más altas.
Su primer viaje en aquella compañía de lujo no estaba particularmente bien pagado (2 libras y 10 chelines al mes por 17 horas de trabajo diarias, más cama y comida), pero podía recorrer mundo a bordo de un palacio flotante en el que destacaba una decoración extraordinaria y mobiliario constituido por maderas nobles.
Su primer naufragio tuvo lugar cuando viajaba en el Olympic, el 20 de septiembre de 1911, cuando comisionaron contra un crucero de guerra británico, muy cerca de la isla de Wright. Con todo, lograron llegar a costa sin lamentar ninguna pérdida humana.
Un año después, el Titanic se estrenaba y todo el mundo quería trabajar en él. A Violet no le entusiasmaba especialmente la idea, porque ella ya era feliz en el Olympic, pero al final aceptó la propuesta porque sus amigos le dijeron que no debía desaprovechar aquella oportunidad.
Una noche del 14 de abril de 1911, Violet estaba a punto de dormirse en su camarote cuando el Titanic chocó contra el iceberg que lo acabaría hundiendo. Los niños y las mujeres debían ser las primeras en embarcar en los botes de salvamento, pero muchas de ellas no se atrevían a hacerlo porque no consideraban que el bote fuera seguro. Para ofrecer mayor confianza, un oficial ordenó a Violet que embarcara en uno de los botes. Y así lo hizo, pudiendo salvar así su vida.
A pesar de que encadenar dos naufragios, Violet continuó trabajando en barcos. Hasta que en noviembre de 1916, en plena Primera Guerra Mundial, empezó a trabajar en el transatlántico Brittanic como enfermera de la Cruz Roja. El barco navegaba por el Egeo cuando topó con una mina, y en menos de una hora se hundió. Violet también se salvó de este tercer naufragio pero, literalmente, por los pelos, como ella misma explicó en una ocasión: “Me lancé al mar, fui succionada por debajo de la quilla, y me golpeé la cabeza. Aun así escapé, izada del pelo por otro naufrago”.
No fue la última vez que Violet regresaría al mar para recorrer mundo. Debió de pensar que era muy mala suerte haber sufrido tantos naufragios, pero que también se sentía afortunada por haber sobrevivido a ellos: ésa es la diferencia entre ver el vaso medio lleno o medio vacío. Con 63 años, se retiró en una casita en el campo en Suffolk, Inglaterra, donde pasó sus últimos años cuidando de su jardín y de las gallinas. Y recordando todo el mundo que había visto.