Justo ayer os hacía un breve resumen de lo que Yangon, la ciudad más importante de Myanmar, es a nivel social, cultural y político. Sin embargo, expresamente dejé de lado su carácter religioso y arquitectónico y no precisamente por falta de interés en ese campo. Al contrario: Rangún tiene la suerte de poseer entre sus calles el impresionante complejo religioso de Shweadgon, uno de los símbolos más maravillosos de todo el país.
Dicho complejo religioso es el más importante de todo el país y los documentos y textos históricos cuentan que en el lugar ya se encontraba una estupa desde el siglo VI. A lo largo de los siglos se ha ido reconstruyendo tras guerras o como en el caso del siglo XVIII, tras un potente terremoto que destruyó gran parte del lugar. Sea como sea, a lo largo de la historia los birmanos budistas, es decir, la mayoría de la población, han seguido siendo fieles al lugar.
En la actualidad pasear por el recinto es sumergirse en una atmosfera de espiritualidad, color y paz en el que uno no sabe hacia dónde fijar la mirada de la cantidad de estímulos que se encuentran allí concentrados. Y es que además de escenas pintorescas, el olor, los sonidos y las texturas hacen de ésta, una experiencia multisensorial.
La gran mayoría de los fieles van realizando oraciones mientras rodean la gran estupa recubierta completamente por láminas de oro. Si se entabla conversación con alguno de ellos, seguro que lo llevará hasta un punto concreto desde el que es posible ver el resplandor que la corona hecha de diamantes y esmeraldas y situada en lo alto de la estupa genera.
El lugar es a parte de un centro religioso sin igual, escenario histórico de grandes acontecimientos políticos del país. En 1936, durante la huelga de estudiantes, fue el lugar en el que acamparon los manifestantes. Sin embargo, el momento más destacado fue cuando el general Aung San proclamó un discurso a la multitud y se inició el proceso de independencia de los británicos.
Años más tarde, en 1988 y ya con una Birmania independiente, su hija Aung San Suu Kyi proclamó otro discurso en nombre de la libertad, esta vez para derrocar la dictadura militar que gobernaba el país. Su lucha contra la dictadura le costaría la condena a arresto domiciliario que la tendría encerrada hasta 2010. Fue por ello que no pudo viajar a Oslo a recoger el Premio Nobel de la Paz que se le había otorgado en 1991 hasta el año 2012.
Visitar Shwedagon es completamente obligado en qualquier visita a Myanmar. El recinto está abierto desde las 6.30 de la mañana hasta las 22 de la noche, la entrada cuesta 7.800 kyats (aproximadamente 5€) y como en la gran mayoría de lugares sacros budistas, hay que dejar los zapatos a la entrada.
Un taxi desde el centro cuesta entre 2.500 y 3.000 kyats, precio al que habrá que llegar previo regateo, aunque una manera más divertida, económica y local de llegar es tomar alguno de los autobuses que llegan hasta allí. Por ejemplo, el autobús 204 llega a Shwedagon desde el centro por 100 kyats.
La visita no defraudará absolutamente a nadie y seguro que se alargará mucho más de lo previsto, por ello es recomendable olvidarse del reloj y sencillamente disfrutar. La recompensa podría ser un bellísimo atardecer envuelto de una aura mágica que jamás se olvidará.
Imágenes | William, Stefan Munder En Diario del Viajero | U Bein, el puente de teca más largo del mundo en Amarapura, Myanmar En Diario del Viajero | El thanaka, la protección solar de Myanmar