Si alguna vez visitas Tokyo, y te recomendamos que lo hagas, probablemente te sientas absolutamente abrumado por lo diferente y apasionante que es esta ciudad. Tanto, que querrás vivir todas las experiencias posibles, incluyendo una muy de moda, los Maid-Café.
Los Maid-Café son cafeterías y restaurantes regentados por unas simpáticas jovencitas japonesas vestidas de uniforme que te ponen caras monas y te cantan canciones "mágicas" para que vivas una experiencia "gastronómica" muy cuqui.
La mayoría de los Maid-Café no están visibles a pie de calle, pero encontrarlos no es difícil. Especialmente en el barrio Akihabara, verás que, en cada esquina, hay una estupenda japonesa en uniforme que te invitará a ir con ella a su cafetería. Todo en un perfecto japonés, claro.
Y yo caí en la trampa. Y digo trampa porque fue, sin duda, la experiencia más cara que tuve en todo Japón. La cosa es divertida. Todo es muy rosa, muy de dibujo animado y tan mono que hasta roza lo cursi. Las chicas son muy simpáticas, y te harán una canción con un mini baile cada vez que te traigan tus consumiciones. Podrás hacerte fotos con ellas... y degustar platos que parecen salidos de un cómic.
Ojo, que sean jovencitas en uniforme y que sus locales estén ocultos de la vista del público no quiere decir que vayas a tener contacto sexual con ellas. De hecho, tienen normas muy estrictas que incluye no poder hacer fotos excepto en el momento en el que ellas te lo dicen, y siempre y cuando hayas pagado ese derecho.
Porque sí, hay que pagar para poder tener una foto. Y aquí viene lo malo de esta experiencia. No es que sea cara, es lo siguiente.
Los Maid-Café tiene difertentes precios, en función de si quieres sólo beber, o si también quieres comer alguna cosa. Hacerte una foto con ellas aumenta aún más el presupuesto. Y el resultado es desobirtado, porque también se cobra la entrada al local.
En mi caso, el helado que tenéis en la foto, dos refrescos y un mini plato de arroz con pollo colocado como si fuera la cabeza de un osito, nos costó más de 7.000 yenes, unos 50 euros al cambio. Y 50 euros, para una merienda, nos rompió el presupuesto por completo.
La experiencia es diferente, original, colorida y hasta divertida. Pero sinceramente, y con la factura en la mano, yo no volvería. Muy prescindible.
Foto | Instagram y Flickr Marko Kudjerski
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