La moto es el vehículo aventurero por excelencia. Icono juvenil, imagen de libertad y rebeldía, y sobre todo un artefacto de lo más divertido. Sobre una motocicleta no hay barreras entre la gente, el paisaje y tú mismo; eres realmente parte del caminio, estás en el mundo en el camino y a diferencia de la bicicleta, la libertad es máxima porque si un lugar no te gusta, siempre puedes hacer unos kilómetros más.
No obstante, hay unos accidentes artificiales llamados fronteras que dificultan la libertad de movimientos. Los pasos fronterizos terrestres pueden suponer un verdadero dolor de cabeza para los viajeros overlanders. En casi todo el mundo se exige una autorización temporal para entrar y permanecer. Son los visados.
En mi viaje a Samarcanda he de proveerme de unos cuantos. La semana pasada expliqué como conseguir el de la República de Kazakhstan. En este post voy relatar el procedimiento para obtener el de Uzbekistán, destino final de mi aventura.
Las cosas han mejorado para los viajeros desde mi primer viaje en el 2009, cuando no había legación diplomática uzbeca en Madrid y había que tramitarlos visados vía París. Ya tenemos embajada de Uzbekistán en España, y a diferencia de lo que ocurre con la de Kazakhstan, está muy céntrica, en pleno Paseo de la Castellana. Aunque la impresión que uno tiene cuando llega al portal es la de ir a una consulta de vidente o curandero. El conserje nos indica que hay que ir al patio trasero, recorrer un largo y oscuro pasillo e ir siguiendo los carteles que indican “Embajada de Uzbekistán”.
Está en el segundo piso de la escalera del fondo, al otro lado del edificio, en la parte menos noble. Llamamos a la puerta. Nos abre un simpático uzbeco que amablemente nos informa que hoy no abre porque es el día nacional de Uzbekistán. “Oíga” replicas tú, “pero ¿yo como diablos voy a saber eso? En España es día laborable y no tiene uno todo el tiempo del mundo para perderlo viniendo aquí para nada”. El tipo se encoge de hombros y dice “no posible. Vuelva mañana”. Y trata de cerrar la puerta. “¿Vuelva usted mañana?”, exclamas, “¿Eso también se dice en Uzbekistán?”
Pues sí, se dice. Debe ser parte del legado español que dejó nuestro embajador del siglo XV al que voy a buscar a Samarcanda. Rui González de Clavijo debió ser el primer españolito en lidiar con la burocracia centro asiática. Al menos consigo que el empleado me diga donde he de ingresar los 80 euros del ala que cuesta el visado turístico para un mes con dos entradas. Hay que ir al banco Popular que está a la vuelta de la esquina. Y volver mañana, que es lo que hago, con fotocopia del pasaporte y una solicitud firmada por la que ruego se me deje entrar en la República de Uzbekistán.
Al día siguiente regreso con mis papeles. El tipo abre y sonríe. Informa de que el pasaporte en vigor debe tener fecha de caducidad no inferior a tres meses a partir de la fecha de validez del visado. Y que es obligatorio registrar el pasaporte en la policía en los 3 primeros días hábiles de estancia en el país.
Cuando le digo que voy a ir en moto sonríe más y dice “ahora muy bonito Uzbekistán en moto, como París Dakar”. “Sí”, contesto yo, “muy bonito, ¿pero puedo llevarme el pasaporte?, es que lo necesito para tramitar el visado de Azerbaiján”. El funcionario asiente y me indica que vuelva en siete días hábiles. Antes de salir observo que sobre una mesa tienen el libro de Clavijo en gran formato. Embajada a Tamorlan, un hito de la literatura medieval de viajes. “¿Sabe quien es éste? Le pregunto al funcionario al otro lado de la ventanilla.
“Sí, claro, primer embajador de España en Uzbekistán”, responde.
Pues eso.
Embajada de Uzbekistán en España Paseo de la Castellana, 45, 4º derecha 28046 Madrid Teléfono: 91 310 16 39 Fax: 91 310 31 23 correo electrónico y web: embajadadeuzbekistan@gmail.com http://uzbekembassy.es/ Horarios: lunes a viernes, de 10 a 12:30
FotosMiquel Silvestre
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