Casi estamos listos para el viaje a Samarcanda. Al menos desde el punto de vista burocrático porque ya sabemos que Asia Central es un lugar remoto y difícil de visitar. Y algunas de estas dificultades son la consecución de los salvoconductos para superar esos frenos artificiales llamados fronteras, que en esa parte del mundo son particularmente impermeables.
En mi paso previo por Asia Central ya pude comprobar que la mentalidad soviética impregna todos los procedimientos administrativos a pesar de haber caído oficialmente el comunismo en 1991. Desde entonces, varias antiguas repúblicas socialistas soviéticas son independientes. Pero no por eso han dejado de pensar del único modo que lo han hecho. O sea, el soviético. Y eso marca mucho.
Por eso esta vez he decidido proveerme de los visados que necesito con antelación. Ya tengo en mi poder el de Kazajistán, el de Uzbekistán y me queda pendiente el de Azerbaiján, el país geográficamente más cercano, pues se encuentra en Asia Menor, lindando con la orilla occidental del Caspio por el Este y por el Oeste con Georgia. Sin embargo, su visado ha sido el más difícil de obtener.
La embajada se encuenta en la misma zona residencial de la Piovera que la legación de Kazajistán. Una vez te presentas allí, resulta que solo abren tres días a la semana, y ninguno era el día elegido por mí. Vuelta a casa de vacío. Presentado de nuevo el día correcto, me informan de que solo puedo obtener visado turístico de un mes y que he de aportar: fotocopia pasaporte y adjuntar pasaporte original con seis meses de vigencia a partir de la fecha de caducidad del visado. Una foto de carné. El recibo de haber ingresado sesenta euros en una cuenta del Banco Santander. Una reserva de hotel o una carta de invitación de una empresa o ciudadano azerí. Además hay que descargarse un formulario on line en la página web de la embajada.
Hice la reserva a través de internet y conseguí una carta de invitación de la oficina local de BDO, empresa de auditoria que lleva años patrocinando mis viajes a cambio de que visite sus distintas delegaciones por el mundo. Pero entre unas cosas y otras, fiestas de por medio, y el hecho de que solo abran tres días a la semana, hace que entregue con mucho retraso toda la documentación requerida. Plazo de entrega, diez días hábiles. Pero como he tardado tanto tiempo en la tramitación de los otros visados, ha llegado el momento de salir de viaje, inaplazable por mis compromisos con medios y patrocinadores, y todavía no había recuperado el pasaporte con el visado. Afortunadamente, cuento con un equipo de gente fantástica que me apoya altruistamente en mis viajes: los Chicos del Coro.
Entre ellos están Mariajo y Quiquetex, siempre al quite y de total confianza. El pasado lunes se presentaron en el consulado con una autorización mía para recoger el documento. Yo ya estaba en Italia. Por facebook subieron las fotos del pasaporte a mi grupo de amigos. Emocionante la cara de felicidad de mi amiga por haberlo conseguido. Y como ella misma escribió en su mensaje: mi entusiasmo ha hecho que hasta el sieso del funcionario de la embajada sonriera. A través de un compañero de Iberia de José Manuel Porras Novalbos, otro chico del coro, me entregaron el pasaporte en Venecia hace tan solo cinco días. Ahora ya puedo dirigirme tranquilo hacia Asia Central gracias a la generosidad de mis amigos.
Fotos. Maria José García y José Manuel Porras Novalbos
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