Acabo de llegar a Beijing, y lo primero que he hecho (más por azar que por una verdadera voluntad de ello) ha sido visitar el templo taoísta de Dongyue; un templo que, contra todo pronóstico, me ha ha sorprendido y retenido más de lo esperado.
Y es que, cuando uno ha viajado varias veces a Asia puede terminar un poco cansado de ver templos, hasta el punto de que todos le parezcan iguales. Pero éste es mi primer viaje a China, y desde luego, un templo taoísta no es lo mismo que un templo budista.
El templo de Dongyue está dedicado al dios de la montaña Tai Shan, y su fundación se remonta al siglo XIV. Por eso, lo primero que llama la atención al entrar en él es su excelente estado de conservación, especialmente encontrándose en una zona tan bulliciosa de la ciudad. El contraste entre su arquitectura clásica y los grandes rascacielos que lo rodean resulta impactante, pero como es de esperar, lo mejor se encuentra en su interior.
El templo consta de tres patios, el principal de ellos rodeado por una sucesión de habitáculos llenos de estatuas a tamaño natural en representación de la muerte, el infierno, la resurrección, y en general, de todos los “departamentos” que forman y controlan el mundo sobrenatural taoísta.
No puedo negar que se trata de un paseo un tanto macabro. Algunos departamentos, como el de “implementación de quince formas de muerte violenta”, resultan algo desagradables, y en muchas ocasiones, las expresiones y el detalle de las estatuas es tan real que da verdadero miedo. Definitivamente, este templo poco tiene que ver con la paz que se respira en los santuarios budistas.
El templo de Dongyue no es un lugar excesivamente turístico, por lo que posiblemente podréis disfrutarlo casi en soledad. La entrada sencilla cuesta 10 yuanes, e incluye el acceso al pequeño Museo de Costumbres Populares de Beijing, en el interior del mismo templo.
Imagen | Michael Goodine En Diario del Viajero | Viaje a China: Recomendaciones de la casa, Ya podemos sobrevolar la Gran Muralla china en helicóptero