Hace unos días nos llegaba desde Camboya una noticia alegre y triste a partes iguales: el tren de bambú, ese ingenioso artefacto que desde hace décadas transporta tanto a locales como turistas por las arcaicas vías del país, está condenado a desaparecer.
El “lorry”, tal como se le conoce popularmente, surgió tras la caída del régimen de los Jemeres Rojos como respuesta a la necesidad de contar con un medio de transporte sencillo y barato en un país donde el estado de las carreteras era (y es) más que mejorable y los trenes apenas podían circular en unas vías cada días más destartaladas.
Cuando hace aproximadamente tres años el tráfico de ferrocarriles se detuvo por completo, el tren de bambú se convirtió en el indiscutible rey de la vías y una de las atracciones preferidas por los turistas, quienes al visitar regiones como Battambang, disfrutaban de un divertido paseo entre los arrozales subidos en este curioso medio de transporte.
Pero desde que en 2009 comenzasen las obras de renovación del ferrocarril en Camboya, ya son varios los tramos abiertos por donde vuelven a circular los transportes de carga. Si los trabajos continúan al ritmo previsto, en 2013 se habrán restaurado los 650 kilómetros de vías que comunican Sihanoukville con Poipet, ciudad fronteriza con Tailandia.
Como suele ocurrir en estos casos, lo que en principio parece una buena medida para los proyectos de desarrollo en el país a largo plazo, se cobra en el camino el pan de quienes actualmente viven del “lorry” y también deja secuelas en el modo de vida adoptado por la población local, para quienes el tren de bambú es una parte fundamental de su día a día.
Son más de 180 los trenes de bambú que a día de hoy se calculan en el territorio camboyano. Un transporte que beneficia a sus usuarios al ser más barato que un trayecto en moto, y por supuesto, a sus propietarios, quienes dólar a dólar consiguen ganancias que podían rondar los 200 dólares mensuales. Una cantidad nada despreciable en un país donde mucha gente vive con menos de un dólar al día.
Pero dicen los expertos (en este caso, la empresa australiana que lleva la gestión de las vías en Camboya) que el “lorry” no cumple las medidas internacionales de seguridad, y ante eso no hay nada que hacer. A quienes posean un "lorry" se les cerrará la boca con un par de billetes para que puedan comprarse una motocicleta de segunda mano, y asunto resuelto.
Desde aquí esperamos que la renovación del ferrocarril beneficie a las próximas generaciones de camboyanos, si bien para ello sus propios padres tendrán que adaptarse al cambio si no quieren ser los verdaderos damnificados de todo este asunto. Y es que cambiar nunca ha sido fácil, especialmente en sociedades tan tradicionales.
De momento, para bien o para mal, sólo una cosa es segura: el fin del tren de bambú cada día está más cerca.
Imagen | Florian Knorn en Flickr Vía | El Mundo En Diario del Viajero | De Camboya a Vietnam en barco, Camboya: Entradas y horarios para visitar los templos de Angkor