
Existen destinos que, a pesar de su modesta extensión, logran cautivar profundamente a sus visitantes. La singularidad de su arquitectura y el encanto de su entorno crean una atmósfera mágica, en la que uno se debate entre lanzarse a descubrir cada detalle, sentarse a disfrutar del ambiente o capturar cada rincón con la cámara.
Es lo que le sucede a Patones de Arriba, un pequeño municipio con tan solo 566 habitantes, situado al nordeste de la Comunidad de Madrid. Uno de los mejores y más representativos ejemplos de la arquitectura de pizarra negra, lo que le llevó a ser declarado en el año 1999 Bien de Interés Cultural en la Categoría de Conjunto Histórico, por su gran valor etnográfico y ambiental.
Patones tiene la capacidad de ser un espectáculo en si mismo, que te invita a perderte en sus estrechas calles empedradas y dejarte sorprender por un horno, un tinado o una era, pequeñas construcciones que antiguamente eran de uso común del pueblo.
Qué ver en Patones de Arriba
Debido a su tamaño, es un pueblo que puedes recorrer en su totalidad, haciendo pequeñas paradas para tomar un tentempié, comprar alguna artesanía o comer (durante el fin de semana es muy recomendable hacer una reserva previa porque no hay demasiados restaurantes).
A pesar de su extensión, Patones tiene algunas atracciones muy catacterísticas, como el Lavadero y Fuente Nueva, que datan de principios del siglo XX. Esta última, construida en pizarra, tenía la función de acercar el agua a los vecinos del pueblo, quienes utilizaban cántaros para transportar el agua de la fuente hasta las casas. Cuenta con dos caños, el central se conoce como “el abuelo” que vierte el agua a un gran pilón que se utilizaba para dar de beber a los animales.
El lavadero es el típico tradicional, formado por dos pilones, uno a menor altura en el que se lavaba, y otro a mayor en el que se aclaraba. El agua proviene del sobrante de la fuente por un pequeño canal y termina en el arroyo. Este era un lugar de encuentro de las mujeres y se encontraba frente a la taberna que era el lugar de encuentro típicamente masculino.
Los antiguos hornos también constituyen otra de las atracciones del pueblo. Junto a las viviendas, se pueden apreciar algunos que permanecen como señales de la forma en la que transcurría la vida del pueblo en la antiguedad, ya que se utilizaban principalmente para cocer el pan, elaborado con harina que se cultivaba en las proximidades.
Imprescindible también es la visita a la antigua iglesia de San José, que en principio fue una ermita y se convirtió en templo en 1753. En la actualidad ya no es un lugar de culto, sino que alberga la Oficina de Turismo, una sala de exposiciones y una maqueta del entorno, además de una pequeña capilla como testigo del cometido que una vez ejerció.
Cómo llegar y dónde hospedarse en Patones de Arriba
Aunque es posible subir en coche al pueblo, solo se permite el estacionamiento antes de la entrada al núcleo urbano. Sin embargo el espacio es muy limitado, ya que la mayoría de plazas están reservadas para los habitantes porque no se permite la circulación dentro del pueblo. Por ese motivo es recomendable subir a pie desde Patones de Abajo por la senda ecológica El Barranco, un trayecto de unos 30 minutos. También allí se puede tomar el minibus de la línea 913 para subir.
En caso de querer pernoctar en este encantador pueblo, de momento solo existen dos posibilidades: un precioso hotel pero con pocas habitaciones, y una pequeña casa rural que permanecen fieles a la arquitectura patonera.