Cinco cosas (no típicas) que me fascinan de Ámsterdam
Ámsterdam es una ciudad atrapada en el estereotipo. Barrio rojo, prostitución, marihuana, turismo masivo, bicicletas por doquier, Ana Frank, canales... pero las cosas más fascinantes de Ámsterdam no son las evidentes. Algunas son visibles, otras, invisibles.
Me cuesta escoger las que más me interesan y sorprenden, pero he intentado restringir el entusiasmo a solo ocho. Son las siguientes. Espero que ellas acaben calando en vuestra próxima visita, porque Ámsterdam es mucho más de lo que enarbola el turista promedio.
1. Intimidad en entredicho
Si contemplamos con atención muchas plantas bajas que dan a la calle advertiremos que hay una tradición holandesa respecto a la intimidad: la ventana central no lleva cortinas y, por consiguiente, deja la sala de estar a la vista del público, como si la familia que vive allí considerara que su vida es digna de un museo. O que, en realidad, no hay nada que ocultar.
2. Fachadas como obras de arte
Nada en el mobiliario público está puesto al azar en las calles de Ámsterdam. Todo persigue cierto sentido estético, calidez, "bonitez". Sobre todo en barrios como el Jordaan. Pasear por él es como estar en el plató de una película. Todo está perfectamente situado por duendes invisibles.
A pesar de que las fachadas de los edificios y casas son de ladrillo, y poco más, todas presentan una infinidad de variaciones caprichosas: esquinas con torreones redondeados, esculturas incrustadas de estilo art decó, decoración que recuerda a un bosque, un crucero o un pastel de bodas y un largo etcétera.
3. Casa como bien para todos
A pesar de ser un ejemplo de civismo extremo, en Ámsterdam hay leyes que tratan los inmuebles no como propiedades personales sino como algo escaso al que debe poder acceder todo el mundo... por el bien de todo el mundo. Por ello, en el año 1971, se legalizó la toma de edificios, que consiste en entrar por la fuerza a un inmueble que no es de uno y habitarlo, siempre y cuando el lugar lleve al menos un año desocupado.
Aunque esa ley se modificó en 2010, todavía es relativamente común ver fachadas ruinosas con carteles que proclaman la resistencia de sus habitantes a la autoridad.
4. Locura reglamentada y caos
La convivencia y el orden no solo se persigue con las normas y las leyes. De hecho, según los holandeses, el exceso de las mismas puede ser contraproducente. Por eso en Holanda hay pueblos donde se ha experimentado con la eliminación de toda señal de tráfico para evitar accidentes.
Además, los neerlandeses son muy conservadores en general, pero a la vez la cultura de la ciudad se enorgullece por su tradicional tolerancia. De modo que aplica la lógica de que es mejor legalizar y reglamentar las actividades que van a realizarse de todos modos. Por ello, Ámsterdam es en muchos aspectos la ciudad más liberal del mundo (abierta, libre y permisiva). A menudo, es tan liberal que causa gracia o genera incredulidad. Por ejemplo, fijaos en que la mayoría de ciclistas no llevan casco, pero tampoco los que conducen motocicletas, y que todos cruzan por todos lados cuando a menudo no hay ni paso de cebras, ni semáforos, ni ceda del paso ni nada. Eso no ha hecho que Ásmterdam se caracterice por ser una ciudad donde hay muchos accidentes.
5. Laboratorio de ideas
Debido a que se convirtió en uno de los puertos más populosos del mundo y que para entablar relaciones comerciales con extranjeros se requiere de empatía, flexibilidad en las ideas y continuas interacciones, la ciudad se convirtió en un laboratorio de nuevas ideas que llegaban de todos los rincones del mundo.
Eso también permitió que muchos pensadores, filósofos y científicos que tenían constreñida su libertad de expresión en otras naciones, se mudaran aquí, alimentando todavía más el caldo de cultivo de nuevas ideas que jamás se había esgrimido, como el amor libre, el matrimonio homosexual, la legalización de las drogas y un largo etcétera. Ámsterdam forjó así sus principios de tolerancia, de prioridad de los poderes seculares sobre los religiosos, y de una verdadera cultura moderna del libre comercio, como abunda Rusell Shorto en su libro Ámsterdam:
La fundación del primer mercado de valores del mundo con el desarrollo del arte secular en la figura de Rembrandt y sus coetáneos, la elaboración de una política oficial de vanguardia en materia de tolerancia, la promoción de un clima de libertad intelectual capaz de atraer a pensadores de toda Europa y crear el centro editorial más dinámico del mundo, y la transformación física del espacio urbano mediante la excavación de sus famosos canales. Es más, se podría afirmar incluso que la idea moderna de "hogar" como espacio personal e íntimo data de las primeras casas que se edificaron allím, sobre lo canales, en ese momento.
Bonus Track
A pesar de que la gastronomía del país es más bien pobre, su llegada de personas de todos los rincones del mundo permitió que se abrieran muchas otras líneas gastronómicas, como la de barrio chino. Además, en general la repostería de Ámsterdam es espectacular, principalmente si pides una tarta de cualquier tipo. Tampoco puedes irte de Ámsterdam sin probar los Poffertjes, unas pequeñas crêpes dulces que podemos encontrar como postre en los restaurantes y en muchos puestos callejeros. También existen acompañamientos dulces para los poffertjes como la melaza (stroop), la nata montada (slagroom), o las fresas, uno de los favoritos de los holandeses.