Como os decía en la anterior entrega de este artículo, recorrimos innumerables calles, casas y estancias que habían servido de rodaje para prácticamente todas las películas y series de Warner Bros. Lo más especial, sin embargo, lo guardaron para el final.
Tras recorrer un plató enorme dividido en diferentes espacios donde se grababan los interiores de las casas y edificios del exterior, nos condujeron a una suerte de puerta sellada. Tras ponernos sobre aviso, zas, la abrieron y nos dejaron entrar al plató de Central Perk, la mítica cafetería que siempre aparecía en la serie de Friends.
Como también es diminuta la ropa que usa Ellen Page en Origen (Inception) o Anne Hathaway (Catwoman en El caballero oscuro) en las películas. Tan diminuta que la cintura parece más el de una muñeca que el de una mujer real. Preguntamos también al guía sobre eso: ¿realmente aquella ropa que teníamos delante pertenecía de verdad al rodaje o eran versión más pequeñas? No, era la ropa de verdad. La razón de que en realidad todo sea tan pequeño es que las lentes de cine todo lo amplían. Como dice la sabiduría popular, la tele engorda. De este modo, para que Catwoman nos parezca medianamente estilizada debe, en realidad, rozar la anorexia. Ser una Barbie enfermiza.
Lo cual es una pena, porque hay dos plantas enormes llenas de vitrinas con toda clase de cosas. La planta de arriba es casi monotemática, dedicada a Harry Potter, pero abajo encotramos el cuardo de notas del protagonista de Origen (Inception), la carta manuscrita entera que Ross le envía a Rachel para pedirle perdón por “tomarse un descanso” de Friends, las armas de El caballero oscuro, toda clase de complementos de vestuario, los libros de magia, las varitas auténticas, y un largo etcétera.
Así de extraños son los estudios cinematográficos de Warner Bros (y supongo que el resto de majors no le irán a la zaga). Un lugar donde todo es de cartón piedra, donde se fabrican sueños que en realidad son más pequeños y rutilantes de lo que lucen en pantalla, donde Henry Miller decía, en una carta dirigida a su amigo Lawrence Durrell:
De vez en cuando voy a los estudios para ver cómo ruedan una película. Es grotesco. El film avanza un milímetro por día, con gran ruido y gritos, y en un ambiente sofocante. Sólo con los focos ya te vuelves loco. La cámara lo domina absolutamente todo. La mayor parte de los que participan son técnicos. La tarea de los actores parece secundaria.
¿Dónde está el glamour? Gruocho Marx lo resumió mejor con su particular retranca:
En mis veinte años trabajando en el cine he andando centenares de kilómetros a toda clase de temperaturas, a lo largo de falsas calles, a través de torres de Babilonia, por muelles de Marsella, por los desiertos de arena y en quiscos (todos escenarios cinematográficos, claro), buscando frenéticamente, no el amor, sino un pequeño lavabo confortable, cálido, acogedor.