Después de la propuesta de escapadas románticas por Europa, escogemos ahora otros 3 destinos, esta vez en España. Y, aunque está claro que el romanticismo lo puede poner uno mismo en cualquier lugar, qué llama no se aviva en estos idílicos entornos preparados para albergar las más apasionadas aventuras. Mallorca, Galicia y el Pirineo aragonés serán nuestras paradas en homenaje a los más o menos enardecidos afectos.
Un invierno en Mallorca. La isla no sólo reluce en verano, y ofrece mucho más que playas. La Sierra de Tramuntana puede ser un excelente testigo de la pasión. A tan sólo 17 kilómetros de Palma, tras subir una carretera serpenteante entre olivos, se llega a Valldemossa, un pequeño pueblo que cuenta con lugares tan hermosos como la Cartuja y sus jardines, callejuelas empedradas o miradores a los que cuesta dar la espalda una vez te has asomado a ellos.
Valldemossa albergó parejas tan famosas como Chopin y George Sand, pero muchos otros amantes han quedado cautivados después por la belleza del pueblo. Artistas de todo tipo vinieron y siguen llegando a Valldemossa en busca de inspiración. La paz y la tranquilidad, imposibles en temporada alta, se encuentran ahora en las frías noches de invierno. Quizá aún nos esperen los almendros en flor, quizá una inesperada nevada tiña el paisaje para deleite de los enamorados.
Existen varias opciones para alojarse en Valldemossa, desde un lujoso hotel, a fincas de agroturismo y algún lugar más económico dentro del pueblo.
El encanto de las Rías Baixas. Si somos de los que creemos en el poder afrodisiaco del marisco, este es nuestro destino. En la Península del Morrazo, en la provincia de Pontevedra, podremos elegir alojarnos en los municipios de Cangas, Bueu, Marín, Moaña o Vilaboa.
Todos tienen su atractivo y sirven como base para conocer muchos rincones de este hermoso lugar volcado al Atlántico. Podremos disfrutar de lugares tan románticos como un atardecer en Punta Fluxiño, un paseo por el lago Castañeiras o en algun mirador sobre las rías... La villa marinera de Bueu o los puertos pesqueros de Moaña son un buen lugar para degustar la gastronomía local, cómo no, con pescados y mariscos regados con albariño como protagonistas.
Un paseo por el casco antiguo de la villa de Marín, la Ensenada de San Simón, la desembocadura del río Verdugo, los Montes do Morrazo, la Serra de Domaio, la Ensenada de Vilaboa, las salinas de Ulló, el abrupro cabo de Home, una excursión al Parque Nacional de la Isla de Oms, valles, marismas, playas de arenas doradas... Todo ello hará que la morriña se adueñe de nosotros al recordar estas tierras...
Hay una variada oferta de casas rurales, aunque también podríamos elegir un hotel con spa. Para todos los gustos.
Al calor del Pirineo aragonés. Si me tuviera que quedar aislada por la nieve en buena compañía probablemente escogería este rincón pirenaico. El Valle de Benasque es una parada estupenda para pasar románticas noches junto al fuego. Elegimos para ello alguna de sus casas rurales rodeadas de un paisaje de cumbres nevadas, de glaciares, de lagos y de abetos. Esta zona pirenaica de imponente belleza ha sido declarada Parque Natural (Posets Maladeta).
La Villa de Benasque, junto al río Esera, a más de 1.100 metros de altitud, es la capital del Valle. En el cercano pueblo de Cerler se encuentra la estación de esquí más alta del Pirineo aragonés. Toda la zona cuenta con una variada oferta gastronómica a base de carnes y vinos autóctonos que harán la delicia de los enamorados.
Además, no hay que dejar pasar alguna de las múltiples rutas y excursiones que se pueden realizar desde aquí para seguir disfrutando del paisaje cautivador.
Con estos destinos, ¿quién no se anima a celebrar su amor con una escapadita?
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