Hasta ahora, año tras año, los turistas que llegaban a Río y querían desfilar en algunas de las catorce formaciones que compiten en el carnaval, podían hacerlo sin problemas, previa inscripción y pago del alquiler del disfraz correspondiente (que en algunos casos, según la fastuosidad, ascendía a miles de dólares).Pero algunas de las agrupaciones se dieron cuenta de que, más allá del negocio que implicaba tener turistas en sus pasadas, las perjudicaba notablemente a la hora del veredicto final. Así es como, aduciendo que los extranjeros ni cantan ni bailan con la gracia que se requiere para la ocasión, han decidido a partir de febrero de 2006, no permitirles la participación en las escolas ni la permanencia dentro del recinto del sambódromo, por donde desfilarán casi 6000 participantes.
Esta decisión se debe a que el desfile, más allá de ser un atractivo turístico, es a la vez una dura competencia para los brasileños, quienes se preparan para ella durante casi todo el año. Es por eso que un error durante los 75 minutos que cada gremio tiene para mostrar sus carruajes, trajes y destrezas, puede hacer que se tiren por la borda muchas horas de trabajo y la posibilidad de alcanzar el suculento premio que se entrega al ganador.
Pero no todo está perdido para quienes quieran vivir el carnaval por dentro. A modo de compensación, algunos directores de escolas les permitirán a los extranjeros que asistan a los ensayos y que practiquen las canciones que luego corearán con ellos, durante las quince noches que dure la fiesta. Eso sí, desde la gradas.
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