El chico que viajó desde Barcelona a Nueva Zelanda en silla de ruedas (y sin dinero)

Una persona sin sueños está muerta: aunque siga andando por ahí, aunque se crea viva biológicamente hablando, en el fondo estará tan viva como lo está un zombi. Son gente que ve cómo los días se amontonan y se confunden unos con otros, tan hueros de aconteceres que luego son imposibles de rescatar del olvido.

Los que atesoran sueños, por el contrario, convierten su vida en una carrera por conseguirlos (y no importa tanto si llegan a conseguirlos o no, sino la carrera en sí misma).

Algunos persiguen sus sueños sin moverse de casa, acaso porque la naturaleza de los mismos no precisa de desplazamiento espacial sino mental, social, sentimental o moral. Otros, como Albert Casals, tienen sus sueños muy lejos, lejísimos, y por eso siempre están en movimiento. Y no importa que Albert Casals sea un chico de veinte años que lleva en silla de ruedas desde los siete.

Albert Casals, a lomos de su Silver Bullet particular (con permiso de Stephen King) ha recorrido medio mundo sin dinero, con el pelo verde, asumiendo que las personas, en general, son buenas (incluso las que parecen no serlo), desprendiendo sonrisas y optimismo por el camino. Porque el sueño de Albert se reduce a ser feliz (un sueño naïf en palabras de otros, pero no en su caso), y su felicidad reside en el acto de viajar, en la búsqueda peripatética, por ello Albert se ha convertido en el equivalente bisoño a dos ruedas de Prometeo o Dédalo, de los que se lanzaron en busca de la Tierra Prometida o el Vellocinio de Oro, de los que anhelaban el Dorado, la Fuente de la Eterna Juventud o Xanadú.

Albert tiene muy claro que viajar a su modo, si bien le produce felicidad en dosis extra, lleva aparejados no pocos riesgos. A su parecer, no obstante, dichos riesgos no son mucho más intimidatorios que ducharse en casa, atravesar una calle del barrio en hora punta o que te caiga una maceta en la cabeza (con independencia de que dichas actividades las lleve acabo en silla de ruedas).

Y, aunque fuera así, aunque vivir viajando fuese más peligroso que vivir de casa al trabajo y del trabajo a casa, no importa: la felicidad tiene un precio. Como también lo tiene la libertad.

Y Albert prefiere vivir siendo feliz aunque su vida acabe un día de forma inesperada, antes mil veces eso que conservar su existencia hasta los 95 años con el semblante adusto y resignado del que nunca ha vivido de verdad, conformándose, plegándose, acogido por los algodones de la rutina impregnados en cloroformo.

Para que seamos un poco más partícipes de las aventuras de Albert, éste ha publicado diversos libros. Como El mundo sobre ruedas narra la odisea de Albert en cuatro viajes. El primero, en verano de 2006, cuando recorrió Italia y Grecia. El segundo, en verano de 2007, cuando recorrió Tailandia, Singapur y Malasia. El tercero, también en 2007: Alemania, Bélgica, Francia y Escocia. Y el cuarto, la navidad de 2007, cuando recorrió Japón.

Y justo ahora se estrena un documental dirigido por Marcel Barrena titulado “Mundo pequeño”, en el que se narra el viaje que Albert llevó a cabo desde Barcelona hasta Nueva Zelanda junto a su novia Anna. Sin dinero. Haciendo autoestop. Con una energía tan deslumbrante que incluso su novia se ve obligada a abandonar en mitad del viaje.

Año 2012

Público Todos los públicos

Duración 84'

Versión original Catalán

Versiones subtituladas Inglés, Castellano, Catalán

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