Galicia es una tierra que se experimenta con todos los sentidos. Sus paisajes, marcados por la fuerza del Atlántico y la suavidad de los valles interiores, ofrecen una combinación única de naturaleza, cultura y tradición. El verde de sus montes, el olor a salitre que llega desde las rías, y la cocina local, rica en productos del mar y de la tierra, hacen de esta comunidad un destino que invita a disfrutar sin prisas.
Su costa, surcada por rías que se adentran en el territorio, guarda algunos de los pueblos más auténticos de España. Y aunque cada localidad cuenta su propia historia, todas comparten un rasgo común: una fuerte identidad que percibes en cuanto llegas allí.
Entre estos enclaves destaca Combarro, un pequeño pueblo marinero en la provincia de Pontevedra que conserva como pocos el alma de la Galicia costera. Una parada obligatoria para quienes desean conocer de cerca la arquitectura popular, la tradición pesquera y la vida a orillas de la ría. Su belleza no radica solo en el paisaje, sino en cómo ésta ha sabido mantenerse fiel a sus raíces.
Combarro: entre hórreos, granito y mar
Combarro, situado en la provincia de Pontevedra, es uno de los pueblos más pintorescos de Galicia. A orillas de la ría del mismo nombre, este pequeño enclave marinero parece detenido en el tiempo. Sus calles estrechas, empedradas y flanqueadas por casas de granito, son el mejor ejemplo de la arquitectura popular gallega.
Pero lo que realmente hace único a Combarro son sus casi sesenta hórreos: estas peculiares estructuras tradicionales elevadas sobre pilares, servían para almacenar el grano y protegerlo de la humedad y de los roedores. A diferencia de otras partes de Galicia y Asturias, estos no están dispersos por el campo, sino alineados frente al mar creando una estampa mágica, sobre todo al atardecer, cuando el sol cae sobre la ría y tiñe las piedras de tonos dorados.
El pueblo comenzó su historia como una aldea de pescadores, y su desarrollo se ligó íntimamente a las mareas y a la vida del mar. De hecho, sus cruceiros (cruces de piedra tallada, muchas de ellas con más de un siglo de antigüedad) se erigen como símbolos de protección y espiritualidad en cada esquina. Algunos miran hacia tierra, otros hacia el mar, como si quisieran bendecir el trabajo de los marineros y el descanso de quienes eligieron este lugar como hogar.
Pasear por Combarro es entregarse al ritmo pausado de los sentidos. Este encantador pueblo marinero, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1972, seduce por la armonía perfecta entre la arquitectura y el entorno. Las viviendas, muchas con soportales bajos y balcones de madera o forja, junto a los hórreos, fueron concebidos para responder a las necesidades cotidianas de una comunidad profundamente ligada al mar, que ha sabido construir su modo de vida en torno a él.
El pueblo conserva pequeñas plazas llenas de carácter y simbolismo. Una de las más singulares es el Peirao da Chousa, donde se encuentran hórreos de distintos estilos y materiales, formando una especie de museo al aire libre que ilustra la cultura agrícola y marinera de la zona. Allí mismo, un lavadero comunal, aún en uso, permite atisbar una estampa del pasado: mujeres que lavan a mano, como se ha hecho durante generaciones, manteniendo viva una tradición que se resiste a desaparecer. Un poco más adelante, la Praza de San Roque guarda dos cruceiros que representan escenas de la Pasión de Cristo, testigos mudos de la profunda religiosidad gallega.
Muy cerca se alza la Iglesia Parroquial de San Roque, del siglo XVIII, construida sobre una antigua ermita. Su edificación marcó un momento clave para la comunidad: la independencia eclesiástica de Combarro respecto al monasterio de Poio. En su interior se venera a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. Cada 16 de julio, en una de las festividades más emotivas del año, la imagen de la Virgen es llevada en procesión marítima. Las embarcaciones, engalanadas con flores y banderas, compiten por el honor de transportarla sobre las aguas de la ría, en una mezcla de devoción y celebración que transforma el pueblo en un espectáculo de fe y color.
Y como no puede ser de otra forma en Galicia, la gastronomía ocupa un lugar central en la experiencia. En Combarro, podemos disfrutar de las delicias que nos brinda el mar sin artificios, pero con toda su intensidad, siendo las almejas a la marinera, pulpo á feira, o las empanadas de zamburiñas algunos de sus platos más representativos. Por eso Combarro no solo se visita: se siente, se saborea, se escucha. Es, en definitiva, un lujo para los cinco sentidos.
Imágenes | Turismo Rias Baixas