En el monte de Toomemagi se encuentra la catedral en ruinas, el pasado histórico de la ciudad y espléndidas vistas de Tartu. A su vez, el río cruza la ciudad ya sus lados se abren bonitos paseos a su alrededor. Incluso con un par de playas a escasos kilómetros.
Una bella estatua de dos amantes besándose preside la plaza de Raekoja con el Ayuntamiento a sus espaldas. Las calles adyacentes ofrecen suculentos paseos y no menos suculentas comidas en sus restaurantes, cafés y terrazas.
La fachada de la Universidad impresiona con su estilo neoclásico y sus columnas corintias y en su interior alberga una sorpresa. Se trata de la celda de prisión para aquellos estudiantes que durante el siglo XIX cometían alguna infracción. Los desafortunados eran encerrados en el ático y hoy puede visitarse (sin estudiantes castigados, por supuesto) con sus grafitis originales en la pared. La ciudad, y el país en sí mismo, se halla bien conectada a nivel de autocares y trenes.
Una de las mejores opciones para dormir se trata del Hostal Universitario justo al otro lado del río a la altura del Ayuntamiento. Habitaciones dobles por 18 euros con cocina y baño compartido con otras dos habitaciones. Por supuesto, sólo encontrareis estudiantes de la misma universidad y algún turista de paso como vosotros. También existe otro centro de las mismas características al otro lado de la ciudad, menos céntrico y un pelín más caro.
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