Así reza sobre el portal de muchas casas y comercios de la antigua Pompeya, junto a símbolos como el que mostramos aquí a la derecha.
Sí, símbolos fálicos que celebran el poder fecundante de la Naturaleza tratando de esquivar la envidia de algunos vecinos ante la bonanza económica que disfrutaban.
Es que el pueblo romano era muy supersticioso y creía firmemente en el poder del mal de ojo. Para contrarrestar la miradas envidiosas de los ciudadanos menos ricos, no dudaban de engalanar las portadas de sus casas con bajorrelieves de penes erectos o frescos de figuras con falos hiperdesarrollados, como queriendo adjudicar su riqueza a la bendición de los dioses.
Los romanos de entonces fueron los inventores de un gesto universal que aún hoy se utiliza para ahuyentar las malas ondas: los dedos cruzados.
Ejemplos como los que mostramos hoy,están expuestos en el Museo Arqueológico de Nápoles.