En una roca elevada entre los ríos Eresma y Clamores se sitúa el Alcázar de Segovia, una construcción de orígenes militares que posteriormente tendría otros usos, entre ellos residencia real, y la principal atracción turística de la ciudad junto con el Acueducto. La existencia de esta fortaleza está documentada desde principios del siglo XII, siendo el Alcázar durante toda la Edad Media una de las residencias favoritas de los reyes castellanos.
El edificio ha sido reconstruido y modificado en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos, pasado de fortaleza a residencia palaciega, e incluso se cree que pudo haber ya una construcción en el lugar en época romana. La reforma que apreciamos hoy día tuvo lugar en un momento de transición entre el románico y el gótico, con la elegante sobriedad del estilo del Císter.
Tras un periodo de batallas entre bandos nobiliarios, en el siglo XIV, en que el Alcázar de Segovia reforzó su naturaleza defensiva, el edificio se convirtió en el palacio que albergaba a la monarquía Trastámara, viviendo sus años de mayor esplendor.
A esta época eran, por ejemplo, la decoración gótico-mudéjar de varias salas del Alcázar que mandó elaborar la reina Catalina de Lancaster durante la regencia de su hijo Juan II, o la torre que lleva el nombre de éste, erigida por su hijo Enrique VI. Sin embargo, los techos mudéjar que vemos no son los originales, que se perdieron en un incendio, por lo que éstos fueron traídos de otros palacios posteriormente. También en los aposentos del Alcázar se alojaba Isabel la Católica el día que bajó hasta la Plaza Mayor de Segovia para ser proclamada de Reina de Castilla.
También entre estos muros se celebró la boda entre Felipe II y Ana de Austria, cuarta esposa del monarca. Fue Felipe II quién emprendió diversas reformas en el conjunto arquitectónico del Alcázar de Segovia, siendo quizás lo más destacable las puntiagudas torres de pizarra que le dan ese aire de castillo centroeuropeo tan diferente a la mayoría de construcciones castellanas de la época.
Sin embargo, con el traslado de la Corte a Madrid, el Alcázar de Segovia perdió su uso de residencia real, pasando a convertirse en prisión del Estado durante dos siglos. Su uso cambiaría en el siglo XVIII cuando Carlos III funda el Real Colegio de Artillería y lo instala aquí. Un incendio lo inhabilitaría en 1862 hasta que fuese restaurado en 1896 y se le devolviese su uso para el Cuerpo de Artillería.
La actual visita turística nos lleva a recorrer doce de las estancias palaciegas del Alcázar de Segovia: la Sala del Palacio Viejo, la Sala de la Chimenea, la Sala del Trono, la Sala de la Galera, la Sala de las Piñas, la Cámara Regia, la Sala de Reyes, la Sala del Cordón, la Capilla, la Sala de Armas, la Sala Real del Colegio de Artillería y la Sala Vizconde de Altamira y Espera; dispuestas en torno a dos patios, el del Reloj y el Patio de Armas.
Además, salimos a la Terraza de Reyes y subimos a la Torre de Juan II, donde tenemos muy buenas vistas del paisaje segoviano y de la ciudad, especialmente de la Catedral de Segovia.
Horarios de visita: Invierno (octubre-marzo) de 10:00 a 18:00; verano (abril-septiembre) de 10:00 a 19:00.
Precio: 7€ visita completa con subida a la torre.
Fotos | Roberto Arévalo, Álvaro Onieva
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