El secreto mejor guardado de la frontera: un pueblo francés que brilla con los colores del otoño

Situado en la costa mediterránea del sur de Francia, a tan solo 30 kilómetros de la frontera con España, se encuentra un pequeño pueblo con un encanto singular. Rodeado por el mar azul y las colinas de los Pirineos, este destino es un paraíso tanto para los amantes del arte como para quienes buscan un retiro tranquilo lleno de historia y belleza.

Sus callejuelas empedradas, casas de colores vivos y sus paisajes idílicos lo han convertido en un lugar que parece detenido en el tiempo, pero con una energía única. Hablamos de Collioure, una ciudad que no deja de sorprender a quien la visita.

Una ciudad llena de historia y legado cultural

Collioure tiene una historia fascinante que se remonta a la época romana, cuando servía como puerto estratégico. Durante siglos, el pueblo fue disputado entre los reinos de Francia y España debido a su ubicación fronteriza, lo que lo convirtió en una fortaleza clave en la región de Cataluña francesa. En el siglo XVII, el rey Luis XIV mandó reforzar las fortificaciones de la ciudad, lo que dejó como legado la presencia del Château Royal, un imponente castillo que domina la costa.

A partir del siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, Collioure se convirtió en un destino turístico cada vez más popular. Pero fue a principios del siglo XX cuando adquirió su fama internacional, gracias a dos artistas revolucionarios: Henri Matisse y André Derain.

Sin embargo, esta ciudad no solo acogió a pintores célebres. El poeta español Antonio Machado, en su exilio tras la Guerra Civil, falleció aquí en 1939 y fue enterrado en el antiguo cementerio junto a su madre, convirtiendo su tumba en un lugar de peregrinación para admiradores y literatos. Asimismo, el novelista inglés Patrick O'Brian hizo de este pueblo su hogar desde 1949 hasta su muerte en 2000. Aunque falleció en Dublín, su viuda decidió cumplir su deseo de reposar en Collioure, enterrándolo en el nuevo cementerio, ubicado a las afueras de la localidad.

Collioure y el nacimiento del fauvismo

En el verano de 1905, Henri Matisse y André Derain llegaron a Collioure buscando inspiración. Lo que encontraron superó sus expectativas. Cautivados por la luz mediterránea y los vibrantes colores del paisaje, ambos pintores se embarcaron en una nueva forma de expresión artística que se conocería como fauvismo. Este movimiento rompió con la tradición del realismo y adoptó colores fuertes y no naturalistas para transmitir emociones más intensas.

Entre las obras más famosas creadas en Collioure está la célebre "La fenêtre ouverte" ("La Ventana Abierta"), de Matisse, donde las fachadas coloridas y el mar en tonos irreales capturan la esencia del lugar. A su vez, Derain pintó "Bateaux à Collioure" ("Barcos en Collioure"), donde el uso audaz de colores vibrantes refleja la energía que sentían los artistas ante este entorno único.

Hoy en día, la relación entre Collioure y el arte es innegable. Caminando por sus calles, se puede seguir la "Ruta del Fauvismo", un recorrido marcado con pinturas que reproducen las obras de estos artistas en los lugares exactos donde las crearon.

Los monumentos imprescindibles en Collioure

Uno de los mejores planes que se puede hacer en Collioure es perderse entre sus calles (especialmente de Le Mouré y Port d'Avall), y disfrutar de las pequeñas tiendas de arte, cafés y boutiques disfrutando del encanto único de este pintoresco pueblo. Algunas de ellas brindan la sensación de estar en un cuadro viviente, donde cada rincón revela una mezcla única de colores, historia y vida mediterránea.

Por supuesto, una visita al Château Royal de Collioure es obigatoria. Esta es una de los construcciones más destacadas de la localidad, y no solo por su aspecto imponente, sino por los siglos de historia que alberga. Su construcción original data del siglo XII, y a lo largo del tiempo ha sido renovada en varias ocasiones, desempeñando tanto funciones de residencia real como de defensa militar. Hoy en día, el castillo está abierto al público y ofrece unas vistas espectaculares del Mediterráneo desde sus murallas.

Otro de los símbolos más icónicos de Collioure es la Iglesia de Notre-Dame-des-Anges, una joya arquitectónica gótica del siglo XVII. Su torre campanario, que originalmente fue un faro, se alza junto al mar, lo que la convierte en una estampa inolvidable. En el interior de la iglesia se esconde  un magnífico retablo tallado en madera y recubierto con lamina de oro, obra del artista catalan Josep Sunyer.

En las colinas que rodean Collioure, se encuentra el antiguo molino de viento, un rincón pintoresco lleno de historia. Construido en el siglo XIV, el Moulin de Collioure dejó de funcionar en el siglo XIX, pero ha sido restaurado y ahora produce aceite de oliva. Desde este punto, los visitantes pueden disfrutar de una vista panorámica que abarca la ciudad, el puerto y los viñedos que rodean la región, ofreciendo una perspectiva única del entorno.

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