¿En Gales sólo hay castillos? Es cierto que da la sensación de que todos los pueblos de este país, situado al oeste de la isla más grande de Gran Bretaña, tienen un castillo, en mejor o peor estado de conservación, pero realizar esa afirmación es, cuanto menos, reduccionista. Gales (Cymru en lengua galesa) es conocido por sus parques naturales, mayoritariamente montañosos, su línea de costa y sus playas... Y sí, cierto, por sus castillos, que cuentan una historia de invasiones desde el otro lado del canal de la Mancha y rebeliones contra el dominio inglés.
De hecho, la historia de muchas de las fortalezas que podemos encontrar si viajamos a Gales es casi la misma: primero son un fuerte en madera construido por los invasores normandos, en el siglo XI. Acto seguido, o galeses o ingleses lo toman, lo derriban y construyen en el mismo lugar un castillo en piedra, generalmente en el siglo XIII. Y muchos de ellos acaban después destruidos, bien en la rebelión del príncipe Owain Glyndwr, en el siglo XV, o bien en la guerra civil entre el rey Carlos I, y sus sucesores, y el ejército parlamentario, ya en el siglo XVII. De todos ellos, hay cuatro que la UNESCO reconoció como Patrimonio de la Humanidad en 1986, los conocidos como el "anillo de hierro" del rey Eduardo I de Inglaterra.
Los castillos de Gwynedd
Antes de ver qué tienen los castillos de Conwy, Caernarfon, Harlech y Beaumaris para haber recibido esa distinción, tenemos que remontarnos a la Edad Media y, en concreto, a los años posteriores a la romanización de las islas británicas. En el siglo V, una serie de príncipes consiguió unificar bajo su mando una extensión que, aproximadamente, coincide con los límites actuales del parque nacional de Snowdonia, en el norte y noroeste de Gales. Esa región se llamó Gwynedd, y sus príncipes alcanzaron su momento de mayor gloria en los siglos XI y XII.
Su poder, sin embargo, se vio constantemente amenazado por las invasiones de sajones, primero, y normandos después, y por el intento del rey Eduardo I de Inglaterra de conquistar Gales, ya en el siglo XIII. El monarca inglés logró su objetivo entre 1277 y 1283 y, acto seguido, pasó a construir un "anillo de hierro" de castillos para mantener a raya cualquier nuevo intento de rebelión de los galeses. Ese anillo se edificó en el norte de la región, empezando por Flint y terminando en Beaumaris, y representa uno de los ejemplos más ambiciosos de arquitectura militar medieval de toda Europa.
La ruta que proponemos para visitar algunas de las fortalezas de Eduardo I recorre el extremo norte de Gales y del parque nacional de Snowdonia, un destino muy buscado por los amantes del senderismo. Se adentra también ligeramente en la isla de Anglesey, uno de los últimos reductos de la resistencia de los príncipes de Gwynedd contra los ingleses, y puede hacerse en coche, fácilmente, en unos cuatro o cinco días, dependiendo de lo que queramos ver en el camino hacia los castillos. Como base de operaciones podemos emplear el pueblo de Betws-y-Coed, muy popular para los visitantes de Snowdonia, o incluso un pueblo en la costa, Llandudno, un lugar turístico de playa muy popular en la época victoriana, y que mantiene aún su personalidad de aquella época, con su pier y sus hoteles pintados de blanco en el paseo marítimo. Los trayectos más largos en coche apenas llegan a las dos horas.
El puente colgante de Conwy
El primero de los castillos de Eduardo I incluido en la declaración de Patrimonio de la Humanidad que visitamos es el de Conwy, localidad vecina, precisamente, de Llandudno, en un extremo de la bahía de Colwyn. La UNESCO no sólo reconoció el castillo, que se encuentra en un muy buen estado de conservación, sino su zona amurallada también, levantada entre 1283 y 1289. El castillo, de forma rectangular, vigilaba una zona de paso del río Conwy de gran importancia estratégica y, como es común en las fortalezas levantadas por este rey inglés, tiene una muralla exterior y otra interior, que facilitaban su defensa, y un pequeño muelle para ser abastecido desde el mar.
En Conwy, no obstante, casi destaca más un puente colgante que une el castillo con la orilla opuesta del río, construido en 1862 para sustituir al ferry que se utilizaba hasta entonces para cruzar la corriente. El castillo (o "castell" en galés) se puede visitar, pero no es lo único que merece la pena del pueblo. También es recomendable entrar en Aberconwy House, una casa de comerciantes del siglo XIV que se mantiene, aproximadamente, tal y como estaba en su momento, y visitar la iglesia de St. Mary & All Saints, lo único que queda de la abadía cisterciense de Aberconwy, levantada allí en el siglo XIII.
Beaumaris, el castillo inacabado
Al otro lado del estrecho de Menai, en la isla de Anglesey, y muy cerca de Conwy, encontramos el segundo castillo de nuestra ruta, el de Beaumaris. Éste tenía que haber sido el ejemplo definitivo de las fortalezas de Eduardo I, el mejor y más impresionante castillo de Gran Bretaña, pero nunca se terminó. Y eso que se gastaron más de 15.000 libras y miles de personas trabajaron en él entre 1282 y 1330, pero diferentes rebeliones de los galeses y la campaña de Eduardo I para invadir Escocia lo dejaron sin financiación.
Beaumaris es uno de los que mejor muestra las dos líneas de defensa de las fortificaciones del "anillo de hierro", con una muralla exterior y otra interior, rectangular, con ocho torres (dos de ellas dobles), y un foso que también tenía una pequeña zona para que atracaran barcos que, en este caso, transportaban sobre todo piedra para la construcción del castillo. Es, probablemente, la atracción más notable del pueblo costero, pero hay otras dos visitas interesantes que pueden hacerse en él: un tribunal del siglo XVII, situado justo enfrente del castillo, y una cárcel victoriana cuya mole gris ya impone bastante, y en la que se aprecia la dureza con la que se castigaba a hasta los delincuentes más menores.
La leyenda de Caernarfon
De los cuatro castillos declarados Patrimonio de la Humanidad, probablemente sea el de Caernarfon el que tiene un mayor valor simbólico. En su patio principal se proclamó Príncipes de Gales al que después sería Eduardo VIII, en 1911, y al actual, Carlos de Inglaterra, en 1969. En el castillo nació el hijo de Eduardo I, quien sería el primer Príncipe de Gales descendiente de ingleses, y el propio rey ya eligió ese lugar concreto para construirlo con la esperanza de aprovechar una vieja leyenda que daba al lugar un aire místico. Y que, aunque Carnarvon (nombre en inglés de la localidad) figure prominentemente en el ciclo artúrico, está más relacionada con la presencia del Imperio Romano en la zona.
Esa leyenda está protagonizada por Magnus Maximus (o Macsen Wledig en galés), un emperador de Roma que, un día, tuvo un sueño en el que vio una tierra llena de ríos, montañas y verdes valles, un impresionante castillo lleno de riquezas y, en él, una doncella de la que se enamoró en el instante. Ese sueño se repitió durante más días, hasta que decidió, finalmente, ir en pos de aquel fabuloso castillo. Lo encontró finalmente en lo que hoy es Caernarfon, y allí también estaba la doncella, hija de un jefe de un clan de la región, con la que se casó y que se convirtió en emperatriz de Roma.
Eduardo I decidió construir allí una de sus fortalezas no sólo por la importancia estratégica del lugar, sino por su simbolismo. La leyenda de Macsen Wledig le otorgaba credibilidad a los ojos de los galeses a los que acababa de conquistar. Y toda esta historia se cuenta en varias salas repartidas por el castillo, cuya visita es de las más recomendables de todas. Hay un museo sobre la historia de los Reales Fusileros Galeses (con especial atención a su participación en las dos guerras mundiales y, especialmente, a su involucración en la batalla del Somme), una pequeña sala que nos permite escuchar algo de galés y hasta una exposición que recuerda a la esposa de Eduardo I, Leonor, hija del rey Fernando III de Castilla, y cuya historia guarda algunas sorpresas bastante curiosas.
Harlech, el castillo sobre la roca
El último castillo en la lista es el de Harlech, situado al otro lado de la península de Llyn, y el que se encuentra más al sur de todos. Éste está construido sobre una elevación rocosa de unos 60 metros de altura, y desde allí vigila no sólo a los enemigos que puedan llegar por tierra, sino a los que puedan aparecer por el Mar de Irlanda. Terminó de edificarse en 1289, también bajo la supervisión del arquitecto de Eduardo I para estos menesteres, James St. George.
Como el resto de fortalezas que podemos encontrar en el norte de Gales, vivió también la revuelta de Owain Glyndwr contra la corona inglesa en el siglo XV, y entre 1461 y 1468 resistió un asedio de siete años durante la Guerra de las Dos Rosas, asedio que inspiró la canción popular 'Men of Harlech'. Fue parcialmente destruido durante la Guerra Civil del siglo XVII y, como ocurrió también con otras fortalezas, en los siglos XVIII y XIX fue redescubierto por los pintores paisajistas ingleses, como Turner, por los poetas románticos y por los turistas de la época victoriana.
Los otros castillos de Gales
El "anillo de hierro" de fortificaciones del norte de Gales es una de las atracciones más conocidas del país por su reconocimiento, en parte, como Patrimonio de la Humanidad, pero hay muchos otros castillos que merecen una visita, si disponemos del tiempo para recorrer Gales con más calma. Hay fortalezas en ruinas que inspiraron a poetas como Wordsworth, tipo el castillo de Carreg Cennen, en el parque nacional de Brecon Beacons, construido sobre una colina que proporciona unas fantásticas vistas de los alrededores.
Y hay otras de las que quedan pocos restos, pero que tienen importancia por otros temas, como el castillo de Cardigan, un lugar con una interesante historia de herencias y compras por parte de diferentes familias adineradas de la ciudad, en el que se construye una casa noble en el siglo XVIII y que pasa por un periodo de decadencia y abandono en el siglo XX del que acaba recuperándolo la propia ciudad de Cardigan hace apenas un par de años. Es un sitio de importancia simbólica porque allí, en 1176, Rhys ap Gruffydd (o Lord Rhys) celebró el primer Eistedfodd, un festival competitivo de poesía, música, danza y otras artes que ahora tiene lugar todos los años, en diferentes lugares del país, y que es una celebración de la identidad y de la cultura galesas.
Imagen | Peter Broster
En Diario del Viajero | La interesante historia de un extraño monumento en Gales