Una de las cosas que más nos gusta al visitar lugares (o por lo menos a mí) es lanzarse a disfrutar de la gastronomía local, sobre todo en sitios donde hacerlo forma parte de la experiencia completa del viaje. Pero si ahora vas a Tailandia lo de mezclarte entre los puestos de comida callejera de Bangkok y sentirte envuelto por sus olores, colores y sabores está en vías de extinción.
Los vendedores callejeros de comida de Bangkok, con sus planchas de cocinar, sus cuencos, sus arroces, su pad thai, sus olores y sus mesas comunes en las que sentarse a comer, tienen los días contados bajo la idea municipal de abrir la ciudad a la gente y liberar las aceras de puestos, lo que haría que la gente no tuviera que caminar por la calzada y así se descongestionaría el tráfico. Los medios de comunicación que antes se hacían eco de la imprescindible visita ahora hablan con tristeza de su desaparición.
Pero está claro que la comida callejera de Bangkok había trascendido más allá de lo meramente gastronómico siendo uno de sus mayores reclamos turísticos, e incluso ejercía de unión entre las gentes de diferentes estratos sociales, que se sentaban a comer juntos sin importar el nivel económico.
A primeros de año los puestos del Soi 38 ya desaparecieron para dar paso a un gran proyecto de condominio, y eso sólo fue el principio porque antes del 5 de septiembre todos los vendedores a lo largo de Sukhumvit Road, desde Soi 1 a Bang Na deben desalojar el área. En los dos últimos años otros muchos, y no sólo de comida han caído también bajo las prohibiciones, como el mercado de de flores de Pak Khlong Talad, que pasó de ser original y visual a una especie de centro comercial prefabricado.
La pérdida de toda la comida callejera de Bangkok es la pérdida de su identidad más profunda, es desproveer a la ciudad de su tradición, sus colores y sus olores. Toda una pena, porque probablemente haya algún término medio entre modernidad y tradición.
Imágenes | Thomas Sauzede, Rob Taylor
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