Es el caso de que en Edimburgo encontremos tantos edificios con las ventanas tapiadas, cegadas, como si sus dueños fueran vampiros que detestan los rayos solares.
Todo empezó cuando el rey Guillermo II introdujo un impuesto sobre ventanas en la Inglaterra de 1696, gravando así a las familias basándose en el número de ventanas de sus hogares. Y es que se creía que una forma eficaz de conocer las dimensiones de una vivienda, así como los recursos económicos de una familia, era contar las ventanas de las que disponía. En consecuencia, los hogares que tenía hasta diez ventanas pagaban dos chelines. Las propiedades que tenían entre diez y veinte ventanas pagaban cuatro chelines, y las que tenían más de veinte pagaban ocho chelines.
Pero el sistema era ilógico, tal y como explica Eduardo Porter en su libro Todo tiene un precio:
Como las ventanas eran fáciles de contar, también era fácil imponerles el impuesto. (…) Pero el rey no contó con la reacción de la gente. Cegaron las ventanas de sus casas a fin de pagar menos. Hoy en día las ventanas cegadas de Edimburgo se conocen como cuadros de Pitt, por William Pitt, que fue quien introdujo el impuesto en Escocia de 1784.
Foto | Alba Jiménez