El valle de Avoca, un poco apartado de la clásica ruta turística a Glendalough (centro de peregrinaje medieval de Irlanda) ofrece una buena alternativa para conocer la Irlanda profunda y sincera de sus gentes a escasos kilómetros del lugar donde aterrizamos.
El valle se inicia en la confluencia entre los ríos Avonmore y Avonbeg que juntos forman el río de Avoca. En su curso se pueden visitar molinos, un parque natural y antiguas fábricas textiles.
La mejor manera de conocer el lugar es sin duda caminando a la vera del río. Si, claro, el tiempo irlandés lo permite, y mientras caminamos se pueden ir contando los salmones que van subiendo el curso del río, quizás toparse incluso con marmotas y nutrias, maravillarse de las distintas tonalidades que llega a tener la hierba en este país y disfrutar de la nula explotación y relax del paraje. El parque forestal de Avondale es otra perla que debe ser incluida en este itinerario que no tiene desperdicio. Si Irlanda, con tanta lluvia, tiene los árboles más ancianos y el verde más espectacular de los posibles, imaginaros un parque forestal cuidado y con gusto. En el mismo parque se erige la casa donde nació el patriota irlandés Charles Stewart Parnell con un museo dedicado a su persona que puede ayudar a darle a la excursión un tono cultural.
El río de Avoca da fin a su fantástico periplo en el pueblo de Arklow donde el mar de Irlanda lo recoge para descansar de su precipitado devaneo. Ahí encontrareis todas las facilidades en un pueblo en que el río todavía da fe de su pasado anglosajón, con una parte del río con estilo arquitectónico inglés y la otra, más pobre, donde los irlandeses supieron fundar el mejor legado que sin duda han dado a la humanidad: unos pubs auténticos, acogedores, donde uno entra y saborea una buena pinta de Guinness, con su banda y, su buen “craic”.
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