Ruta de la Plata en moto. De Plasencia a Carmona

La Ruta de la Plata es un itinerario histórico que recorre España de norte a sur uniendo las ciudades de Gijón y Sevilla, el Cantábrico y un río Guadalquivir que más que desembocar en el Atlántico lo hace en el estuario del Río de la Plata, en Cartagena de Indias, en La Habana. Porque si bien es cierto que la ruta jamás sirvió para transportar el argentino metal, si fue utilizada por los muchos extremeños que fueron a explorar América.

En nuestra cuarta y última etapa vamos a recorrer precisamente ese mismo camino que siguieron los hombres de Cáceres, Badajoz o Jerez de los Caballeros. Salimos pronto de nuestra posada en la medieval ciudad de Plasencia y atravesamos interminables dehesas pobladas de encinas, alcornoques, cerdos cuyas carnes construyen magníficos jamones ibéricos en Monesterio, pueblo que les ha dedicado hasta un museo, y ovejas de cuya leche se hace el delicioso queso de la torta del Casar de Cáceres.

Aprovecho el descuento que ofrece la tarjeta Moto Via Card para comprar en un establecimiento asociado uno de estos quesos raros, untuosos, grasos y aromáticos con denominación de origen. Salgo rumbo al sur y en la inmensa llanura topo con otro tesoro; este está escondido en el silencioso y pacífico pueblo de Calzadilla de los Barros. Se trata del retablo mozárabe tardogótico que acoge la iglesia local. Como nos dice la cuidadora, sobre todo lo visitan extranjeros.

Admirando la cuidadosa artesanía religiosa no puedo evitar pensar que a veces valoran más lo nuestro los de fuera que nosotros mismos.

La ruta entra en Andalucía y la carretera se revira en cerradas curvas que animan y alegran el corazón del motorista. Pilotar una motocicleta por la sierra onubense rumbo a Sevilla es una auténtica delicia. Al caer la tarde, el Guadalquivir se adivina bajo el mágico crepúsculo sevillano. Cruzamos el puente del Quinto Centenario y toda la majestad de la capital bética aparece ante mis ojos con su Maestranza, su Torre del Oro, sus Reales Alcázares y todo el sabor de sus barrios populares.

Sin embargo, mi ruta termina más allá, en la milenaria ciudad de Carmona, plaza fuerte íbera situada sobre una meseta que domina el gran llano. De ella dijo Julio César después de conquistarla a los cartagineses que era la ciudad más fuerte de la Bética. Después vinieron los árabes, quienes la convirtieron en laberinto, en cascabel de fuente y en arte de azulejo para ensueño del viajero que contempla la muerte del sol tras la monumental puerta de Sevilla.

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