Ya os contamos con detalle al hablar del brazo Este del Bajo Guadalquivir que es una impresionante zona de avistamiento de aves, además de ser una importante zona de producción de arroz, -en continuo es la más grande de Europa-. Hoy queremos hablar de paisaje y paisanaje en las marismas del Guadalquivir: Isla Mayor, Isla Menor e Isla Mínima.
Donde la campiña y la marisma se unen, en los territorios que delimitan los brazos del río Guadalquivir, las tablas inundadas para la explotación del arroz, son un atractivo para todo tipo de aves que anidan en sus acebuches y disfrutan del alimento del que les provee la marisma.
Los campos de girasoles, la campiña con el cereal, los manchones -pequeñas explotaciones de terreno- junto a la comarca de los Alcores, la diversidad del paisaje, hace singular la zona de Los Palacios y Villafranca, donde se unen estos enclaves, condicionados por el arroz, el arrozal y los arroceros, el alimento, su producción y el procedimiento.
Históricamente, el Guadalquivir desembocaba más arriba, -casi en Sevilla- y toda la zona desde Coria a Sanlúcar era un lago salado, conocido como lago Ligustino por los romanos. Junto a él, la Vía Augusta, la calzada romana que cruzaba la provincia romana de la Bética, condicionaron a que la comarca fuera lugar de parada y fonda, donde dormir y comer, lo que se ha mantenido hasta nuestros días.
Los sedimentos arrastrados por el Guadalquivir hacia el mar durante siglos fueron llenando el golfo que llegaba hasta Sevilla, y como consecuencia de la colmatación del terreno, crearon el humedal y la marisma, atravesada por el Guadalquivir con su cauce principal y sus dos brazos más importantes: el Brazo del Este y el Brazo de la Torre.
Entre estos tres cauces se formaron las llamadas islas Mayor y Menor del Guadalquivir. Cuando la Isla menor se dividió por una de las cortas del río para hacerlo más navegable evitando las curvas que formaban los meandros, surgió la Isla Mínima, famosa ahora por el film de Alberto Rodríguez rodado en 2014. Al oeste, el territorio del Parque Nacional de Doñana y hacia el sur, el Espacio Natural de Doñana.
El paisaje del Guadalquivir
El paisaje de los arrozales es prácticamente plano, teniendo la peculiaridad de que cambia según la época del año, ya que permanece inundado durante unos seis meses al año cuando se siembra y crece el arroz, y seco y polvoriento el resto del período, cuando solo los canales que forman las tablas donde se cultiva el arroz nos sirven de referencia.
Esto es así desde que una buena parte de la margen derecha del estuario del Guadalquivir fue vendida por el marqués de Casa Riera a la sociedad británico-suiza de las Islas del Guadalquivir, que comenzó su desecación para el cultivo del arroz y el algodón.
En ese paisaje, las aves anidan y es facilísimo contemplar ibis, cigüeñas blancas, cigüeñas negras, garzas y flamencos que se alimentan entre las tablas de arroz, los campos circundantes y la red de canales que atraviesan el estuario del Guadalquivir.
El paisanaje de la marisma
En la zona, desde el origen de los tiempos se come escama, pelo y pluma. Pescados como los albures, pescados con el arte de la tarralla, camarones y cangrejos capturados con nasas. Abundan los conejos y aunque ahora no se hacen, cuentan las crónicas que se comían platos como las pechugas de flamenco, los arroces con pato y otros platos característicos que aún siguen en el recuerdo.
En tiempos también se explotaba el esturión, allí llamado sollo, habiendo incluso producción de caviar, que se perdió con el desarrollo de la explotación hidroeléctrica. Los cereales como el maíz, se cultivan en la zona de Oripo, junto al Brazo del Este del Guadalquivir. Allí se plantó el maíz por primera vez, y también llegaron los tomates y las patatas de América, cuando estas plantas eran ornamentales o solo servían para alimentar las bestias. Hoy, el tomate de Los Palacios es una referencia a nivel nacional.
Es una lucha contra el agua, el barro y la sal desempeñada por los humanos que intentan dominar el lodazal. La explotación turística es complicada. No hay casas rurales sino haciendas y cortijos. Lo más que se ha realizado es la tarea de rehabilitar los edificios agrarios para comvertirlos en idóneos para fiestas rurales, tales como bodas, eventos y congresos.
Los mosquitos, -anopheles maculipennis-tienen su importante papel, tanto como alimento, como para proteger el territorio de la colonización. Hay incluso un monumento al mosquito en la marisma con la leyenda de J.A. Valverde que en 1956 escribió "La marisma tuvo como guardián a un cancerbero con mil millones de cabezas"
Doñana, el Camino, avisamiento de aves y cinéfilos
El enclave en el que se sitúa esta marisma, es además atravesado por dos rutas rocieras que atraviesan el Parque de Doñana. Las de Sevilla tras cruzar el río por el Quema como las de Cádiz que cruzan en las barcazas por Sanlúcar.
Tanto el turismo dedicado al birding, bird watching o en roman palatino el avistamiento de aves, -de gran poder adquisitivo-, como el que busca los escenarios de la película La Isla Mínima y los miembros de las hermandades rocieras en su peregrinaje hacia Almonte y la aldea de El Rocío, han hecho más popular la zona, que intenta crecer como destino turístico y gastronómico, dado su indudable gran potencial.