En China son muchos los escándalos alimentarios que se han destapado en los últimos años, convirtiéndolo en uno de los países donde comer resulta más arriesgado.
A pesar de que el Gobierno se ha comprometido a hacer limpieza y a garantizar la seguridad alimentaria (incluso condenando a penas de muerte a los responsables), todavía siguen sucediéndonos escándalos propiciados por la corrupción y los coletazos de un régimen totalitario.
Las más recientes
El paso a la economía de mercado de China ha empujado a los industriales chinos a hacer cualquier cosa para obtener beneficios rápidos, lo que aflora más fácilmente en este contexto de controles mediocres y una normativa laxa.
Algunos de los escándalos más recientes son los siguientes:
En julio de 2014, por ejemplo, en Shanhái se cerró una fábrica de nuggets de pollo, bistecs y albóndigas de buey para McDonald´s, KFC y otras grandes cadenas de comida rápida, por haber reciclado carne caducada mezclándola con carne fresca.
En noviembre de 2014, se descubrió que se usaba l rongalita para blanquear el tofu. Esta sustancia (sulfoxilato de formaldehído de sodio) es cancerígena. Se tuvieron que incautar centenares de tofu en las regiones de Shandong, de Henan y de Jiangxi.
En mayo de 2013, el Ministerio de Salud Pública detuvo a casi mil sospechosos y requisó más de 20.000 toneladas de productos cárnicos fraudulentos o de calidad inferior en casi 400 comercios. Al parecer, en las regiones de Jiangsu y Guizhou se vendía carne de rata y de zorro como si fuera de buey o de cordero.
A finales de 2013, una compañía japonesa anunció la retirada del mercado de una partida de 6,3 millones de alimentos congelados después de detectar la presencia de fosfato orgánico malatión, utilizado como insecticida y antídoto contra los piojos.
En mayo de 2012, en las regiones de Shandong y de Hebei se destapó que se usaba formol cancerígeno para conservar más tiempo las coles.
En septiembre de 2011, se descubrió que alrededor del 10 % de todo el aceite consumido en China era una mezcla de aguas grasientas, restos de aceite y otras materias grasas usadas en restaurantes e incluso del alcantarillado que se vendía como aceite para freír.
En abril de 2011, se vendieron 300.000 panecillos en supermercados que estaban pintados de amarillo con una sustancia tóxica para que aparentaran contener maíz. También se vendían panecillos caducados envasados de nuevo.
No en vano, si bien la esperanza de vida en China en términos generales solo es unos pocos años inferior a la de otros países como España, hay grandes diferencias locales. Por ejemplo, en 2013, el municipio de Shangái, con 24 millones de habitantes, tenía la esperanza de vida más alta de China, de 80 años para los hombres y 85 años para las mujeres. Sin embargo, en algunas regiones del oeste de China la esperanza de vida era diez años inferior tanto para hombres como para mujeres, lo que las coloca al nivel de países en desarrollo como Bangladesh. Los factores, además de la inseguridad alimentaria, se deben fundamentalmente a la contaminación, el tabaquismo y las medicinas alternativas.
Tras los escándalos alimentarios, muchos chinos cultivan su propia comida. Con todo, huelga decir que si viajamos a China hemos de disfrutar de su gastronomía y no volvernos paranoicos, pero tampoco hemos de fiarnos si algo no nos cuadra. Y eso es extensivo a los productos que adquirimos procedentes del país.