Las Pozas: el jardín más colorido y psicodélico del mundo

Las Pozas, aunque los lugareños se refieren a él como “El Jardín Inglés”, es un jardín tan colorido que al visitarlo parece que hayamos ingerido un secante de LSD, o que hayamos traspasado el espejo de Alicia en el País de las Maravillas.

Las Pozas es un delirio construido en la finca de Xilitla, a lo largo y ancho de 40 hectáreas de vegetación entreverada de cascadas y senderos. Todo este surrealismo ha sido levantado con cemento de Pórtland, a lo largo de veinte años. Algunas de las estructuras recuerdan a las ilusiones visuales que proyectaba Escher: escaleras que no llevan a ningún sitio, columnas que soportan el peso del aire, puertas al campo, flores irreales, estructuras góticas junto a estructuras egipcias…

Pero ¿de dónde ha salido un sitio así? Para saberlo, en primer lugar hemos de entrar en la trapisonda vida de Edward James.

La vida loca

Edward James, ya desde joven, tuvo una vida singular. Estudió en Eton y Oxford, y su entrada al surrealismo vino de la mano de Salvador Dalí, al que conoció personalmente cuando James tenía veintisiete años, y Dalí tenía treinta. Tal y como explica Gonzalo Ugidos en su libro Chiripas de la historia:
El enloquecido catalán andaba lampando y James decidió ser su mecenas. Así empezó una historia de amistad tan especial que Gala se moría de celos cuando oía al escocés llamar a Dalí con apelativos cariñosos como “mon cher” o “petitou”.

James, además de Dalí, fue mecenas de artistas y escritores como Miró, Max Ernst, Paul Eluard, Aldous Huxley o Stravinski. Antes de abandonar Inglaterra en 1939, James acompañó a Dalí para conocer personalmente a Freud.

James continuó explorando el surrealismo. Construyó el sofá de los labios de Mae West, el teléfono de bogavante y una silla con los brazos en alto que parecen pedir socorro. Tras viajar por todo el mundo con su mascota, una boa constrictor, James encontró su lugar ideal en la jungla mexicana de la Huasteca potosina. Allí plantó miles de orquídeas exóticas, pero una helada arruinó más de 18.000, allá por el 1962. Entonces, James quiso construir la belleza de un modo que la meteorología no pudiera hacer nada en su contra:

Quedó fascinado por las cascadas del arroyo de La Conchita, en plena Sierra Gorda, al sur del estado mexicano de San Luis de Potosí. Lo decidió de casualidad: mientras nadaba desnudo, vio descender por la cañada una gran nube de mariposas monarca que cubrió el cielo, creyó que eran ángeles tutelares, de manera que compró 40 hectáreas de selva a 2 kilómetros de un pueblo cafetalero y decidió erigir su fantasmagoría.

Psicodelia en forma de jardín

Este jardín exótico se alza entre bambúes de gran tamaño, cafetos, helechos gigantes y orquídeas colgando de enormes árboles. A lo largo de 20 años, Edward James también mandó construir 36 estructuras delirantes de cemento armado integradas armoniosamente en la exuberante vegetación: una entrada llamada el Anillo de la Reina, el largo Pasillo de los 7 Pecados Capitales, columnas que no soportan nada, escaleras que llevan al cielo, puertas en mitad del campo, arcos invertidos, una estructura sin paredes que servía de morada para los pájaros, las mariposas y las serpientes, la Escalera de los 12 Apóstoles, la Vereda de las Mil Orquídeas flanqueadas por antiquísimos helechos gigantes, tres patas de elefante, la Casa de Tres que pudo ser Cinco, el Puente de los Estegosaurios, el Santuario de la Ballena, el monumental Palacio de Bambú, la estructura de doble vista que por un lado es la Flor de Loto y por el otro lado es la Hoja de Marihuana, la Puerta de la Guillotina, estructuras góticas y egipcias, todo mezclado y agitado sin ningún orden, elementos decorativos que intentan copiar la naturaleza como el Puente de Flor de Lys o la Puerta de la Purificación, tras la cual os observará el Ojo de Dios.

Es como si James hubiera empleado los elementos típicos que conforman un edificio cualquiera, como son ventanas, puertas, pasillos o escaleras, pero disponiéndolos todos de forma caótica y sin lógica, como si un huracán los hubiera esparcido a todos por doquier. En uno de los muros de la casita que Edward James habitó por temporadas, él mismo escribió: «Mi casa tiene alas y, a veces, en la profundidad de la noche, canta». Y es verdad.

Fotos | Wikipedia En Diario del viajero | El Jardín de Vrtbovská en Praga | El Jardín de El Capricho, una alternativa poco conocida al Retiro

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