Suazilandia: el país africano dirigido por una de las personas más caprichosas del mundo

Suazilandia, cuyo nombre oficial es Reino de Suazilandia, es un pequeño estado soberano entre Sudáfrica y Mozambique, cuya forma de gobierno es la monarquía absolutista. El problema es que el rey de Suazilandia es una de las personas más caprichosas del planeta.

El Rey Mswati III es frecuentemente criticado por vivir tan lujosamente en una nación afligida por la tasa de infección de VIH más alta del mundo. Este reino es uno de los países más pequeños del continente (apenas 1.200.000 habitantes y 17.000 kilómetros cuadrados, la mitad que Cataluña), pero lo irónico es que Suazilandia depende básicamente de la ayuda internacional (y es precisamente el gobierno británico el que le aporta la mayoría de las donaciones: 150 millones de euros anuales; EEUU ocupa la segunda posición con otros 130 millones).

En otras palabras, el contribuyente inglés y americano está financiando los dislates de un tirano que tiene 13 esposas y una fortuna estimada en más de cien millones de euros. Algunas de las adquisiciones de Msuati, en el mes de mayo de 2009, fueron 20 Mercedes Benz blindados a un coste de 120.000 euros cada uno.

Por otro lado, la población de Suazilandia vive con menos de 1 euro al día y la tasa de infección del sida es del 40 %, la más alta del mundo; así no es extraño que la esperanza de vida de un suazilandés medio sea sólo de 31,8 años, una de las más bajas del planeta (el padre de Msuati, sin embargo, vivió más de 90 años).

Pero claro, nadie puede quejarse: criticar al rey es delito en Suazilandia. También cuando el rey celebra una ceremonia anual para encontrar una nueva esposa, el Baile de las Cañas, fastuosa ceremonia que consiste en que millares de mujeres solteras bailen ante el monarca para ser escogidas por su dedo divino.

Son vírgenes, niñas y adolescentes que compiten entre sí por un puesto en el harén del rey. Ninguna de ellas debe tener, pues, la marca en las nalgas que se impone grabar a quienes están infectadas por el virus del Sida. Son féminas muy codiciadas, pero sólo están disponibles para el rey: la multa por cortejar a una de estas jóvenes es de 1.300 emalangeni (casi un 10 % de la renta anual), o una cabeza de ganado.

Mswati III es rey de Suazilandia desde 1986.

Payasos monstruos

Así son los payasos monstruos, hipérboles de la cleptocracia: viven en la abundancia a costa de esquilmar al pueblo. Aunque para caprichos extravagantes, propios de dioses arrogantes, os recomiendo echar un vistazo al catálogo de dictadores africanos que figura en el libro de Albert Sánchez Piñol Payasos y monstruos.

Son monstruos, porque provocan espanto, pero también son payasos porque sus manías, delirantes en grado sumo, también provocan hilaridad. Como Amin Dada, Bokassa, el doctor Banda, Mobutu, Sékou Touré (que, por cierto, fue payaso de profesión antes que dictador), Haile Selassie o los guineanos Macías y Obiang Nguema. Por ejemplo, bajo el régimen de Bokassa se apaleaba a niños públicamente.

Así de fascinante, extravante y también terrorífico puede ser el continente africano.

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