La recuperación de viejos espacios industriales para la sociedad se está convirtiendo en una de las grandes obras de los nuevos tiempos. Lugares y construcciones enormes que ocupaban lugares privilegiados pero estaban vetados a la gente normal, recibiendo sólo a aquellos que entraban a ganarse la vida. Desde hoy en Brooklyn hay un nuevo lugar que visitar y ese es Domino Park. De fábrica a espacio público.
Algunos terminan convertidos en galerías de arte, otros, los que por suerte tienen mucho terreno se recuperan para los barrios, como ocurre con éste de Williamsburg, en Brooklyn. De fábrica de azúcar a lugar de ocio al otro lado de Nueva York, el lugar al que todo el mundo se va a escapar los fines de semana.
Estamos ante un parque público de 20 km2 que se extiende a lo largo del East River en Williamsburg, Brooklyn. Está en el antiguo lugar que ocupaba la Domino Sugar Refinery, y es un homenaje a la diversidad y la resiliencia de las muchas generaciones de trabajadores de la fábrica, sus familias y el barrio. Es la recuperación de un entorno industrial para la sociedad y la diversión, la manera de disfrutar de un lugar que estuvo cerrado durante más de 160 años.
El enorme edificio de ladrillo con su impresionante chimenea que está en medio de Domino Park son realmente tres edificios interconectados que han servido como la fábrica donde se refinó azúcar durante 150 años. El edificio más alto es The Filter House, el lugar en el que estaban los tanques donde se filtraban las impurezas del azúcar de caña sin procesar, justo antes de pasar al edificio siguiente.
The Pan House es el edificio que contenía las grandes "ollas" en las que se cristalizaba el azúcar ya purificado y The Finishing House, como su nombre indica, es donde terminaba todo: el azúcar se secaba, se seleccionaba, empaquetaba y almacenaba, listo para distribuirlo. Aunque tuvo muchos nombres durante su historia, el neón de color amarillo de Domino Sugar, el último, sigue dominando la fachada.
Todo a lo largo del parque se conservan diferentes artefactos que formaban parte de la fábrica, como esta especie de brocas, o los antiguos bolardos a los que se sujetaban los barcos cuando traían el azúcar. Además también están aún en pie algunos de los tanques en los que se almacenaba y que se han pintado de colores brillantes convirtiéndolos en obras de arte al aire libre.
El parque es un lugar para disfrutar, y además de los principales beneficiados son los niños, porque hay un parque infantil de tres niveles inspirado en el circuito que seguía el azúcar en la fábrica. También hay una pista de voley-playa reglamentaria, pero también se puede transformar en un campo de fútbol.
¿Las vistas? Pues Manhattan se eleva majestuoso al otro lado del río con el World Trade Center dominando el sur, los tres puentes que lo unen con Brooklyn, e incluso la Estatua de la Libertad. Hacia el norte están el Empire State el Chrysler Building y toda la ciudad. Mesas y sillas, tumbonas y mucho césped para disfrutar. En resumen, un gran oasis al lado del río que añade más interés aún del que tiene Williamsburg, el boyante Brooklyn que cada vez tiene más hipsters.
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