Hoy las catacumbas de París están iluminadas por luces eléctricas y existen guías que nos pueden conducir por sus secretos.
Sin embargo, cuando Félix Nadar descendió a este lugar durante la década de 1860, la iluminación artificial todavía estaba en sus inicios: este pionero fotógrafo tuvo que enfrentarse al dilema de cómo tomar fotografías en la oscuridad subterránea.
Una de las primeras luces artificiales de la historia de la fotografía
Pocos parisinos del siglo XIX vieron la ciudad como Félix Nadar. En 1863, ascendió en una gran aeronave llamada Le Géant, desde la cual capturó vistas aéreas de una metrópolis que cambia rápidamente.
Nadar era un tipo realmente extraordinario y extravagante: showman, dando y cabecilla del mundo artístico bohemio. En 1891, de hecho, inventó una lámpara a pilas, una de las primeras luces artificiales de la historia de la fotografía.
Para demostrar sus posibilidades, empezó a hacer fotografías en los lugares más oscuros que halló: alcantarillas y catacumbas que había debajo de la ciudad.
Por primera vez, Nadar dejó el submundo a la vista de todos e inició la relación de París con su paisaje subterráneo. Tal y como lo explica Will Hunt en su libro Subterráneo:
Antes de que Nadar llevara por primera vez su cámara al subsuelo de París, las canteras estaban en silencio. Los únicos visitantes habituales eran unos pocos empleados municipales del osario, que amontaban huesos por el suelo de las catacumbas.
En diciembre de 1861, Nadar, acompañado de un equipo de ayudantes y dos vagonetas cargadas de material fotográfico, descendió a los pasadizos cubiertos de huesos.
En 1810 se abrieron las galerías a los visitantes, pero las clausuraron poco después debido a los actos de vandalismo. Cuando llegó Ndar, los túneles llevaban décadas cerrados.
Las Catacumbas de París (en francés, Les Catacombes) es uno de los cementerios más famosos de París, capital de Francia. Consiste en una red de túneles y cuartos subterráneos localizados en lo que, durante la época romana, fuesen minas de piedra caliza. Las minas fueron convertidas en un cementerio común a finales del siglo XVIII.
En la actualidad se conserva como un osario que alberga más de seis millones de esqueletos humanos, la mayor concentración de este tipo en Europa.
Nadar los mostró como nunca antes. Todo un innovador en la fotografía, reconocido en vida e importantísimo fotógrafo para la historia.