Esto es así dado que cada vez son más los viajeros que llegan al continente blanco y, según los estudios, cada uno de ellos emite cerca de 4,4 toneladas de CO2 en su viaje, equivalente al consumo eléctrico anual de un hogar europeo con tres personas. Y será eso lo que se buscará revertir.
De este modo, el estudio "Valoración del impacto ambiental del turismo comercial sobre los ecosistemas antárticos", explica que esa ecotasa podría llegar a servir para financiar las siguientes medidas: la mejor formación de los guías, la inspección de los cruceros con observadores a bordo para verificar que se cumplan con las normativas correspondientes y la existencia de barcos de vigilancia turística encargados de controlar las actividades de los cruceros, la pesca ilegal y brindar apoyo en caso de que exista alguna emergencia.
Así, se pretende proteger al ecosistema antártico de sus peores enemigos que llegan de la mano del turismo: las emisiones de dióxido de carbono, las alteraciones en el comportamiento de la flora y la fauna, las alteraciones en el suelo y el calentamiento global.
Entonces, según el estudio, a la tasa de 10 dólares se le debería sumar una mejor y más exigente planificación y gestión para preservar a la Antártida de los daños que, de no detener a tiempo, podrían llegar a ser irreversibles.
Vía | El Mundo En Diario del Viajero | Entrevista a Juan Kestelboim, el argentino que cumplió el sueño de recorrer la Antártida Foto | Flickr de Javier Paredes