Sin embargo, su autor no es el extravangante artista de los finos bigotes, sino Antti Lovag, un arquitecto húngaro. Su propósito fue que el hotel no presentara ángulos rectos, sino redondeados, para evitar que fuera una agresión a la naturaleza.
Pero el surrealismo no solo está en la fachada de este singular hotel, sino también en sus entrañas, donde podemos encontrar una decoración extravagante con colores muy llamativos, como si hubiéramos ingerido un secante impregnado de unos microgramos de LSD. Las camas de las habitaciones, por ejemplo, son circulares.
Como podéis ver en el siguiente vídeo, el hotel también cuenta con un anfiteatro con capacidad de 500 espectadores.
Vía | Canal Viajes
Imágenes | Reuters, Alamy