Los aeropuertos son, en muchos casos, auténticas obras de arte y arquitectura. Verdaderos paradigmas de la ingeniería de los siglos XIX y XX. Si hubieran existido aeropuertos hace 1000 años hoy los conservaríamos como oro en paño. No todos, evidentemente, pero si unos cuantos significativos por su tamaño, grandiosidad o dificultad de construcción.
No ha sido, lamentablemente, el caso del aeródromo Tempelhof de Berlín, auténtico símbolo de la ciudad. El Tempelhof, hoy en día practicamente inscrito en la zona urbana de la ciudad, fue lo que salvó al sector occidental de Berlín del bloqueo soviético en 1948. Por allí entraron alimentos, medicinas, materiales de todo tipo...
Durante un año, entre 1948 y 1949, pilotos aliados al mando de una gigantesca flota de aparatos de carga DC-3 volaron a Berlín desde Alemania Occidental, alcanzando una frecuencia de un avión por minuto, para suministrar alimentos, combustible y medicinas a la ciudad sitiada.
Una consulta popular determinó ayer su cierre a partir de octubre, el primer paso para acometer la construcción de un nuevo aeropuerto para la capital alemana.
El Aeropuerto Internacional de Tempelhof se construyó en 1923 y, hasta que se levantó el Pentágono en los Estados Unidos, tuvo la gloria de ser considerado el mayor edificio del mundo. Ahora, tras el próximo cierre, una parte será convertida en un museo histórico de la aviación. El resto parece que irá destinado a parque público, plató cinematográfico y viviendas residenciales. Por lo menos podremos seguir visitándolo y asombrándonos con uno de los monumentos más importantes de los últimos cien años.
Vía | El País Más Información | Aeropuerto de Berlín-Tempelhof en Wikipedia