El viaje de... Javier Ramos a Pisa

Diario del Viajero decidió invitar a sus lectores a compartir sus propias experiencias viajeras y, en esta oportunidad, es Javier Ramos quien se animó a enviarnos sus palabras y fotografías de su estancia en Pisa. Una ciudad que supo descubrir en pocas horas y así concluir que “Pisa no es sólo su torre inclinada”.

Veamos, entonces, que tiene para contarnos de este hermoso destino.

La patria que vio nacer a uno de los más ilustres científicos que ha dado la Historia de la humanidad encandila, tras acceder a ella a través de las puertas de las antiguas murallas, por su belleza marmórea, distribuida en los volúmenes de los tres edificios representativos que se diseminan en torno a la Plaza dei Mirácoli, Patrimonio de la Humanidad: el Baptisterio, la Catedral y la célebre Torre Inclinada. Antaño potencia marítima y comercial de postín durante el Medievo, la señorial Pisa se asienta sobre una llanura de la Toscana fecundada por el río Arno, el mismo que atraviesa Florencia. En la actualidad, Galileo Galilei se vería abrumado por el elevado flujo de turistas que visitan esta bella urbe italiana, por la que parece no pasar los años.

El estilo románico pisano, mezcla del lombardo y del árabe, está presente en la mayoría de la arquitectura de la ciudad. La rítmica profusión de los relieves que componen las fachadas de las iglesias otorga a los edificios un aire de especial ligereza y luminosidad. Uno de los más claros ejemplos es la Catedral o Duomo, de los siglos XI y XII. Su revestimiento de mármol blanco envuelve un interior repleto de perspectivas otorgadas por las galerías elevadas y la abundancia de ventanales. Sobresale su púlpito, obra maestra de Giovanni Pisano, de inicios del siglo XIV.

El Baptisterio es otro monumento fuera de lo común en Pisa. Con más de cien metros de diámetro, sobre sus galerías se asienta una excelente cúpula coronada por una estatua de San Juan Bautista. No menos hermoso es también su púlpito, obra de Nicola Pisano, padre del anterior. Pero es la Torre Inclinada la que ha concedido fama mundial a la ciudad italiana. La peculiaridad de su inclinación desde el siglo XIV debido al fondo aluvial sobre el que se levantó no desmerece, en absoluto, unas magníficas vistas desde lo más elevado de sus 58 metros de altura. Todo este conjunto excepcional de la Plaza dei Mirácoli se jalona con la inquietante presencia del camposanto, rodeado por un claustro gótico. Merece la pena visitarlo.

Además, Pisa esconde otros hermosos rincones no tan conocidos. En lo que fue la vieja ciudad medieval emerge una bella plaza, extensa y de aire estudiantil, denominada la Dei Cavalieri, transformada en la época del dominio florentino de los Médicci. En torno a ella se alzan el palacio de los Cavalieri, el palacio del Reloj (siglo XVII) y la iglesia de Santo Estéfano.

De porte más espiritual sobresalen algunas pequeñas iglesias, como la de Santa María della Spina, Santa Catalina o San Paolo a ripa di Arno. La oferta artística pisana se complementa con el Museo de las Sinopias y el de la Obra de la Catedral, que cuenta con interesantes obras medievales. Sin duda, merece la pena escaparse hasta Pisa y disfrutar de su excelso patrimonio.

Aunque apenas tuve media jornada para conocer la ciudad, la experiencia resultó embriagadora para los sentidos. Tomar una cerveza mientras contemplaba la Plaza dei Mirácoli me transportó a tiempos remotos, y eso que no me dio tiempo ni a pestañear. Visitaba Prisa prevenido de su encanto, pero el panorama que se me reveló tras cruzar su muralla resultó mayúsculo. Los restos visuales de lo que tiempo atrás fue un imperio daban paso, durante mi periplo por tierras italianas, a una estampa monumental sin parangón, alineada a la perfección, en la que la célebre torre inclinada era un elemento más, no el único. Me quedé con las ganas de comprobar la calidad gastronómica y hotelera de la ciudad por falta de tiempo. Será en otra ocasión.

Javier Ramos (yorga)

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