Este verano tenemos varias razones para no visitar Venecia. Entre ellas, la masificación turística y su delicada situación, que hace que cada año se hunda un poco más. Así que, aunque es un lugar incomparable, no parece mala idea buscar alternativas durante una temporada.
Si lo que te apetece es perderte entre canales, arquitectura histórica, y calles de ensueño, hay una localidad en Francia en la que podrás hacerlo. Se trata de Annecy, también conocida como la Venecia de los Alpes. Un pequeño paraíso rodeado de naturaleza y montañas impresionantes, ideal para desconectar, escapar del calor y respirar aire puro.
Además, está a poco menos de una hora de Ginebra, en tren o autocar. Una ciudad para la que tenemos vuelos directos frecuentes desde Madrid, Barcelona, Málaga, Alicante y Valencia.
La vida a orillas del lago más puro de Europa
Annecy está situada a las orillas del lago que lleva el mismo nombre, considerado el más limpio de Europa. Con una superficie de 27,59 km², es también el tercero más grande de Francia y el responsable de los preciosos canales que atraviesan la ciudad.
Las aguas cristalinas del lago son recogidas por el río Thiou en el puerto de Annecy y en el canal Vassé, conservado porque en la antigüedad servía para suministrar agua y energía a los talleres de artesanos repartidos por el centro.
A la entrada, el canal atraviesa el encantador Pont des Amours. A continuación, pasa entre dos hileras de plataneros que le dan un toque de lo más romántico, y después se reparte por las callejuelas de Annecy hasta unirse de nuevo con el río.
Caminar siguiendo el recorrido del agua, mientras descubrimos la arquitectura medieval de la villa, es una delicia. Por otro lado, vale la pena organizar una estancia que incluya el primer sábado de agosto, ya que es cuando se celebra el Festival del Lago de Annecy, uno de los espectáculos pirotécnicos más bonitos e impresionantes del mundo.
Un casco histórico de ensueño
La parte antigua de la ciudad tiene su origen en los pueblos lacustres del 4.000 a.C., aunque fue en la Edad Media cuando empezó a tomar la forma que persiste hoy en día.
Esto se refleja en muchas de sus construcciones, entre las que es inevitable fantasear con otras épocas. Aunque hay que reconocer que el entorno bucólico de árboles, vegetación y flores, también contribuye bastante a la sensación de que nos hemos caído dentro de un cuento de hadas.
Entre sus monumentos más fotografiados se encuentra el Palais de I'Île (Palacio de la Isla) que, como su nombre indica, está situado en una isla formada en el curso del río Thiou.
Su construcción comenzó en el siglo XII, como residencia de los señores de Annecy, aunque a lo largo de los años fue cárcel en varias ocasiones, e incluso cuartel. Para evitar su derribo, en el 1900 pasó a considerarse un monumento histórico, y hoy alberga el Centro de Interpretación de la Arquitectura y el Patrimonio de Annecy.
Otro edificio imperdible es el Castillo de Annecy, con su Torre de la Reina, que se ha convertido en un símbolo de la ciudad. También data del siglo XII y una vez fue la residencia de los Condes de Ginebra. En la actualidad, esta impresionante fortaleza alberga el museo de Etnografía y Arte Popular alpino.
Por último, su gastronomía también merece una mención especial. Desde el restaurante que aparece en la guía Michelin, a los pequeños comercios donde probar lo mejor de sus productos locales. Entre ellos destacan los famosos quesos Reblochon y Tome des Bauges, y los deliciosos bombones de chocolate rellenos de licor.
Tampoco podemos irnos sin probar las truchas alpinas, pescadas en el lago y cocinadas con queso Tomme de Savoie. Tienen un sabor tan rico como sorprendente. Annecy desprende autenticidad y eso se nota en su cocina.
El broche de oro de un destino que lo tiene todo para enamorar y que, en realidad, no necesita que lo comparen con Venecia ni ninguna otra parte. Como excusa está bien, pero Annecy es una ciudad fantástica que brilla por sí sola.
Portada | Jametlene Reskp - Unsplash