Los mercados flotantes en Vietnam nos remontan a una época que nunca hemos vivido pero por alguna razón inconcreta nos devuelve a un pasado inexistente y a la vez cierto en nuestra mente. Uno tiene que levantarse a la hora en que cruzan los primeros rayos del sol asiático y montarse en una pequeña embarcación de escasos 3,5 metros de eslora sobre ese monstruoso río llamado Mekong que nutre a millones de personas a su curso.
A las seis de la mañana las calles de Can Tho ofrecen el espectáculo de una hora punta en una ciudad asiática. Sin café ni sucedaneo, recorrerás el curso de este gigantesco río y las primeras luces del amanecer te ofrecerán un espectáculo inigualable de colores.
Al llegar al primer mercado flotante, repleto de barcas pregonando sus mercancías, una mujer observará tu cara soñolienta y te ofrecerá un buen café, legado de la época colonialista francesa. Entonces sí, tu mente se clareará un poco más y empezarás a disfrutar de este espectáculo multicolor de barcas, frutas, verduras, pescados y carnes.
Dentro del descontrol de tanta barca chocándose entre sí todo parece tener un ritmo lento, agradable, casi cansino. Cualquier pescadera española, pensarás, estaría fuera de lugar en este mercado flotante, sin nadie imprecando a gritos su mercancia.
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