La ciudad sagrada, bañada por el Ganges, es un centro de peregrinación donde se cree que cada inmersión en el río sirve para expiar los pecados. Lanzar las cenizas de un cadáver, a su vez, rompe con el ciclo de las reencarnaciones del difunto. Montones de peregrinos llegan a la ciudad en busca de la paz redentora que ofrece la diosa Ganga y son centenares los ancianos que deambulan por las calles esperando el toque de gracia que los llevará al descanso eterno.
Vida y muerte se mezclan en este río donde se pueden ver niños jugando a la pelota mientras esquivan algún cuerpo surcando por sus aguas sagradas. Nosotros dejamos de amar y comprender a la muerte hace mucho tiempo. La escondimos bajo nichos de cemento. Aquí en la India la muerte se venera al igual que la vida y juntas van de la mano para darle un lógico sentido a nuestra existencia.
Cremaciones, incienso, excrementos, biriani, samosas, curry, asados, hierbas aromáticas... Andar por Varanasi es un menú completo para nuestro olfato. La riqueza de aromas y colores se mezclan en un sinfín de tonalidades y constituye un verdadero placer perderse entre el bullicio de sus estrechísimas calles para acabar en un ghat en el atardecer y presenciar uno de sus rituales sagrados con fuegos y pétalos lanzados al río.
Eso sí, antes de acercaros por Varanasi, recomiendo que os saquéis el curso intermedio de adaptación a la India en Nueva Delhi o Bombay!
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