Visitando la mansión más espectacular, gigantesca, millonaria, faraónica (y hortera) del mundo (y II)

En la anterior entrega de este artículo sobre la visita al Hearst Castle nos habíamos quedado justo en la puerta, después de media hora de viaje en autocar tras pasar por las taquillas. Lo que esperábamos ver ni se acercaba a lo que realmente vimos. Y eso que sólo habíamos contratado visitar un ala de la mansión (visitar toda la mansión era imposible, a no ser que quisieras pasarte todo el día allí corriendo arriba y abajo).

Salón
Lo primero que te llama la atención al entrar en las dependencias del Hearst Castle es el arte. Miles de obras de arte de todo tipo, desde arquitectónicas hasta pictóricas. La mayoría de ellas esquilmadas de la vieja Europa. George Bernard Shaw ya había manifestado a propósito de aquel paraíso que "es el lugar que Dios habría creado si hubiera tenido tanto dinero como Hearst".

¿Cómo había conseguido todo esto? Hearst dirigía varios periódicos, y manipulaba la información a su antojo (de hecho inventó la prensa amarilla). Pero Hearst ya pertenecía a una familia bien posicionada, a diferencia de Foster Kane (el protagonista de Ciudadano Kane). También fue productor de Hollywood, seducido por el glamour de las estrellas… y seducido, sobre todo, por una actriz de medio pelo llamada Marion Davies, que se convirtió en su amante.

Seguimos avanzando, junto a otros turistas que no dejaban de lanzar fotografías, y advertimos el cacofónico mestizaje estético que lo impregnaba todo: motivos griegos mezclados con motivos egipcios, romanos o medievales. No en vano, Hearst, en sus años de máximo esplendor, adquirió la cuarta parte de todas las obras de arte que salieron al mercado. Aquel despropósito arquitectónico, pues, semejaba la pirámide de un faraón estadounidense, un rompecabezas cuyas piezas pertenecían a iglesias, palacios, conventos y mansiones señoriales adquiridas por una Europa que aún se recuperaba de la Gran Guerra.

Había obras de arte en los techos, en las paredes, en las escaleras, en todas partes, incluso en los lavabos. Un horror vacui presente en doscientas habitaciones. Actualmente, el rancho cubre 1.000 kilómetros cuadrados y forma parte del Parque Estatal de San Simeón, en San Luis Obispo. La propiedad está dividida en una casa principal, la Casa Grande, cuyas torres están inspiradas en una catedral española, y tres edificios secundarios. En la Casa Grande podremos encontrar, entre otras cosas, un enorme teatro. La mayor habitación de huéspedes de la Casa Grande se llama Ducal Suite, por su semejanza al Palacio Ducal de Venecia, y consta de sala de estar, dos dormitorios y dos cuartos de baño. Las salas interiores de muchas estancias recuerdan a las de los castillos y palacios medievales europeos. La Asamblea es el nombre de la estancia con más metros cuadrados, que solía ser el lugar de reunión de los huéspedes de los Hearst. Una de las piscinas más impresionantes es la piscina Neptuno, de estilo romano. En 1972 se usó como decorado para el rodaje de El padrino, y John F. Kennedy y su esposa pasaron aquí su luna de miel. El servicio de la residencia tiene a su disposición nada menos que 12 habitaciones, 10 baños, una cocina de restaurante con muchos tenedores y otras tantas dependencias.

Para mantener su notoriedad periodística, Hearst se rodeó de los mejores escritores de la época, como Mark Twain, Jack London o Ambroce Bierce, pero en el terreno cinematográfico, a causa de sus debilidades venéreas, se equivocó mucho al tratar de lanzar a la fama una y otra vez a Marion Davies. Incluso, por culpa de Davies, casi perdemos a Charles Chaplin, Charlot. Veréis, en una fiesta que Hearst celebraba en su yate, Chaplin, que se pirraba por las jovencitas (Nabokov se inspiró en una de sus relaciones amorosas para escribir Lolita), le tiró los trastos a Marion Davies, y entonces Hearst les pilló con las manos en la masa. Hearst perdió el control, se hizo con una pistola y disparó contra Chaplin. Pero falló, y la bala mató al director Thomas H. Ince, que también andaba por allí cerca.

Piscina griega, romana y de todo
Hearst, experto también en prensa amarilla, bloqueó la autopsia del cadáver y manipuló la noticia en sus periódicos, manteniendo los sucesos en secreto durante años. Ya veis lo que era capaz de hacer el bueno de Hearst por mantener a Davies a su lado. También aparecía ella en la película de Welles, ¿la recuerdáis? Quiero decir que salía una actriz que interpretaba a una especie de Marion Davies. De hecho, la palabra que abre la película, Rosebud, ¿sabéis a qué se refiere en realidad? Olvidaos de la inscripción del trineo, no era nada de eso. Rosebud significa "capullo de rosa", y así era como Hearst definía en la intimidad la vagina de Marion Davies.

Sintiéndome como Hearst, contemplando mi reino
También en inevistable hablar de Patty Hearst, nieta del magnate, que se hizo célebre cuando fue secuestrada en 1974 por un surrealista grupo, el Ejército Simbiótico de Liberación. Los secuestradores de marras exigieron a la familia Hearst que se distribuyeran dos millones de dólares en comida a los pobres de la zona de Oakland so pena de ejecutar a Patty. La familia, a la que los secuestradores se dirigían con la expresión "insectos fascistas", acató las exigencias, pero el Ejército Simbiótico acabó remitiendo a la prensa una fotografía de Patty en la que aparecía uniformada y armada, anunciando que había decidido unirse al grupo terrorista.

La humilde casa de invitados
Ni la familia ni los medios ni los fascinados telespectadores daban crédito a aquella metamorfosis de rica heredera de un imperio mediático a guerrillera del asfalto. Podía especularse con el síndrome de Estocolmo, o quizá con los efectos del amor platónico que Patty sentía hacia el carismático líder simbiótico. Pero nadie en realidad supo jamás lo que llevó a Patricia Hearst a convertirse de la noche a la mañana en Tania (sobrenombre que adoptó en honor a una camarada que luchó al lado del Che, en Bolivia), enunciando consignas del tipo "Patria o muerte. Venceremos", o enviando mensajes a radios y periódicos registrados en un magnetofón.

La piscina interior
Finalmente, en 1975, después de varios actos ilegales, incluido el atraco a un banco, Patty fue detenida. Durante el juicio se alegó que le habían practicado algún tipo de lavado de cerebro, pero el juez la condenó a siete años de cárcel. Tras veintidós meses de reclusión, el presidente Jimmy Carter la indultó. Más tarde, Patty contraería matrimonio con un guardaespaldas y se establecería como simple ama de casa, protegida por sofisticadas medidas de seguridad.

Patty Hearst escribió dos libros. Uno titulado Her own story, en el que trató de explicar infructuosamente toda la verdad de su secuestro y posterior filiación al Ejército Simbiótico de Liberación. El segundo fue una novela, Murder at San Simeon, donde la protagonista investiga un asesinato perpetrado en los años veinte en el castillo Hearst, y en ella aparecen personajes como Charles Chaplin, John Barrymore, Marion Davies y el propio Randolph Hearst. Al parecer es una novela muy divertida. Como lo es el Hearst Castle, y en general toda la historia de megalomanía de William Randolph Hearst.

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