Hace unos días, la cantante Whitney Houston moría en la bañera de su suite del hotel Beverly Hilton, poco antes de la entrega de los Premios Grammy, en Los Angeles. La prensa se asentó a las puertas del hotel y comenzaron a circular todo tipo de rumores.
Después de la sorpresa y estupor de la temprana desaparición de la cantante, faltó tiempo para que se dijera que la habitación 434 ya había sido reservada y que al día siguiente del fallecimiento ya estaba ocupada.
¿Quién se alojaría en ese cuarto apenas horas después de la muerte allí de la cantante? ¿Un fan? ¿Un periodista buscando material morboso? ¿Un amante de lo truculento? ¿O simplemente un mortal despistado que de alguna manera no llegó a enterarse de lo ocurrido? ¿Puede el hotel poner a la venta una habitación donde ocurriera una muerte, sin más? ¿Dejarán la habitación tal como está como recuerdo a la cantante? ¿Cuál será el futuro de la habitación 434?
Poco después, el hotel desmentía la versión e informaba que la habitación no recibirá clientes hasta nuevo aviso. Posiblemente las autoridades del hotel estén planteándose algunas de las preguntas anteriores.
Foto | Glen Marsh