Existe un lugar en Uruguay donde quienes van tiene la oportunidad de desconectar de todo y disfrutar los placeres de una vida sencilla que cada vez es más un lujo para muchos. No suena mal, ¿verdad? Pues ese lugar es Cabo Polonio, un imprescindible en tu viaje a la tierra de los gauchos.
En cierta forma, durante mi estancia de tres días en Cabo Polonio tuve la sensación de haber regresado a la Isla de Olkhon, en Rusia. Dos lugares situados en dos puntos muy alejados en el mapa, pero que comparten una misma característica: ambos parecen haber quedado, ya no detenidos en el tiempo, sino en una realidad aparte, al margen de la civilización.
Imaginaos durmiendo en una casita modesta, sin apenas luz o agua corriente. Imaginad que tras desayunar unas empanadas de carne caseras tenéis todo el día por delante y nada que hacer más que pasear por sus enormes dunas, tomar el sol, bañaros en el mar y leer un buen libro.
Imaginad que llega la tarde y, tras asistir a una puesta de sol mágica, os reunís con algunos amigos para disfrutar de una velada en torno a unas mesas iluminadas con velas (porque, como ya he dicho, no hay electricidad) para disfrutar de un concierto de guitarras.
Eso es Cabo Polonio, y la forma de llegar, no menos especial: subidos en unos grandes camiones que, desde la entrada del Parque Natural, cargan sorteando las dunas con todos los aquellos viajeros que, frente a otros destinos más "in" como el balneario de Punta del Este, prefieren darle una oportunidad a este tipo de turismo “alternativo” que, precisamente por su escasez, se está convirtiendo cada vez más en el verdadero lujo para aquellos que saben apreciar el valor de las cosas sencillas.
Foto | Carmen En Diario del Viajero | Unos días en Colonia del Sacramento, Casapueblo, el sueño de un artista hecho realidad en la costa uruguaya