Viaje a Namibia (III) El elefante que me hizo temblar y su hermosa familia

Durante mi viaje por el Parque Nacional de Etosha en Namibia, tuve bastante suerte y salvo al rinoceronte, --que sigue siendo mi asignatura pendiente-- pude ver a todos los grandes mamíferos en su medio natural. Pero hasta el último día de nuestro viaje, aún no nos habíamos cruzado con los elefantes.

Aceptando como algo natural que cuando estás en una reserva tan amplia, el factor suerte puede hacer que veas leones cazando o no veas ninguno y que los animales no estarán esperando sino que si te cruzas con ellos los ves y si no no, ya nos habíamos resignado a no ver elefantes en aquella ocasión. Aunque todo cambió en un momento cuando apareció un gran elefante que me hizo temblar, y poco después, entendí que sólo estaba protegiendo a su hermosa familia.

Ya estabamos llegando a Namutoni, donde está el tercer campamento, situado más al oeste de Etosha National Park y faltaban un par de horas para la caída del sol, por lo que no podíamos despistarnos demasiado. De repente, a la izquierda de la carretera, sin señal de tráfico que nos advirtiera de lo que se avecinaba, vimos un gran elefante.

Mi pareja era quien iba conduciendo por lo que tras pedirle que parase, comencé a tomar fotografías. El elefante me miraba, muy curioso y se quedó parado, casi posando. Llevaba una rama de un árbol sujeta en la trompa y comenzó a cruzar la pista, a unos 20 m de distancia de donde estábamos detenidos. Pero entonces...

De repente, soltó la rama, se giró hacia el coche y empezó a agitar la cabeza provocando que la trompa le serpenteara. Yo estaba paralizado, mirando al elefante a través del objetivo de la cámara, mientras que mi chica, que afortunadamente estuvo muy inspirada, superó los instantes de pánico y metió la marcha atrás, desplazando el coche muy lentamente, para mantener la distancia con el paquidermo.

El elefante nos había hecho retroceder, y ya cesó su "ataque" o su intimidación y una vez marcado su territorio para que no nos adentrásemos en él, se paró otra vez, para después continuar cruzando con parsimonia. Instantes después entendimos lo que había pasado.

Un grupo familiar de elefantes estaba a la izquierda de la pista en un pequeño charco no señalizado como waterhole, tomando un baño de barro. Entre los elefantes había varias hembras adultas y algún macho. Después lo comprendimos todo. En el grupo familiar había algunas crías, una de ellas realmente pequeña, probablemente sólo contaba con algunos días de vida.

Ya recuperado el resuello y una vez el corazón nos latía a la velocidad normal, nos dimos cuenta del peligro que habíamos corrido, no por imprudencia, sino por haber estado en el momento donde quizás no debíamos haber estado. De alguna manera, un adulto del grupo del elefante pensó que podíamos ser una amenaza y nos plantó cara para expulsarnos de la zona y proteger a los pequeños.

Cuando ya estabamos a una respetable distancia, la familia completa comenzó a cruzar y pudimos ver con más detalle al pequeño elefante y su grupo, que aún mostraban dos colores, fruto de un baño en el barro que quizás habíamos interrumpido por lo que no se habían secado del todo con una ducha de polvo.

De aquel día en el Parque Nacional de Etosha en Namibia, siempre me quedarán dos cosas. Un recuerdo imborrable salpicado de un par de minutos en los que pasé auténtico miedo, y estas fotografías que ahora estoy compartiendo con vosotros.

Para ser honesto, aún me sorprende que las fotografías salieran suficientemente nítidas, sobre todo teniendo en cuenta que a través del objetivo, yo veía cómo se acercaba el elefante que me hizo temblar y su hermosa familia.

Fotos | Pakus en Flickr En Diario del Viajero | Namibia (I) Tres curiosas señales de tráfico En Diario del Viajero | Viaje a Namibia (II) Recorriendo Etosha National Park, De Okakuejo a Namutoni

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