¿Cuántas veces has sentido que la compañía aérea que te transporta no te atiende bien? No te escucha, no se preocupa por darte ese plus de atención que todos esperamos. El caso de "la maleta de Carlos Baute" nos lleva a la conclusión de que la buena voluntad del pasajero suple las deficiencias del servicio.
La resignación a recibir lo mínimo nos lleva a pensar que, con que nos trasladen y lleguemos a destino mas o menos en tiempo y forma, es suficiente. Y no lo es. Como no lo es cuando debemos esperar que la empleada deje de hablar por el móvil para dignarse indicarnos dónde está tal cosa (porque ya sabemos que no se esforzará en traérnosla).
La anécdota de "la maleta de Carlos Baute" es simple y no me detendré a relatarla en detalle aquí porque uno de sus protagonistas lo hace magníficamente y te dejamos el enlace para que lo leas: No si mi internet. Se trata de uno de esos malentendidos que suelen ocurrir con las cintas de equipaje, las maletas parecidas y la desidia del personal de la compañía aérea.
Ante el caso de una maleta extraviada, o confundida, el personal se limita a lo obvio: espere, llene el impreso, espere, aguante. Debemos ser nosotros quienes tomemos la iniciativa para reencontrarnos con lo nuestro, para obtener una reparación, porque cuando se produce un error, ya dejamos de ser atractivos clientes para transformarnos en un problema.
En este caso, el aliado para poner en marcha la cadena de acciones personales que solucionaran una pequeña confusión (pero que podría haber sido un problema realmente mayor), fue Internet. Una búsqueda en Google y un twitt dió por resultado el reencuentro de cada dueño con su maleta.
Se dieron las circunstancias para que ello pudiera suceder porque uno de los afectados llegó a "espiar" parte del nombre de quien podría tener su maleta (porque la compañía se negaba a darle datos). Recordemos que las empresas aéreas, junto con el nombre de la lista de pasajeros, cuenta con un contacto de cada uno de ellos ya sea por teléfono o mail. Con lo que con una llamada en el momento hubiera bastado (o un correo electrónico).
Luego fue Google quien le dijo a este pasajero con la maleta cambiada, que quien se había llevado la suya podría ser alguien "famoso" y de allí hubo poca distancia hasta su cuenta Twitter. Y ¡voilà!
Una vez mas, la buena voluntad personal, y en este caso Internet y las redes sociales, hicieron el trabajo que la compañía aérea no estaba dispuesta a hacer por sus pasajeros.
Foto | Shutterstock En Diario del Viajero | Las peores compañías aéreas de Estados Unidos