Volar es una de las actividades humanas que más impacto medioambiental tiene en nuestro planeta. Habida cuenta de que, cada vez vez hay más personas que adoptan un tipo de vida sostenible, surge el dilema ético de que, si embargo, sigamos volando.
En Suecia, no obstante, se están tomando más en serio esta cuestión, y es allí donde se ha extendido un nuevo término, "flygskam", que significa, literalmente, "la vergüenza de volar". Y hasta existe un nuevo término para aquellos que vuelan pero prefieren ocultarlo, "smygflyga" o volar en secreto.
Flygskam
Uno de los primeros impulsores del flygskam fue el medallista de oro olímpico y ahora comentarista Bjorn Ferry. Y la idea ganó más adeptos luego de que la madre de la activista adolescente sueca Greta Thunberg declarara públicamente su intención de no volver a volar.
No en vano, cada vez que tomas un vuelo estás produciendo el impacto equivalente a 100.000 botellas de plástico, más que todo el que gastarás en una vida. Incluso viajar en coche es más sostenible.
Y es que cuatro personas en un avión producen de 10 a 20 veces más CO2 que las mismas personas que conduciendo un coche a unos 50 kilómetros por hora para cubrir la misma distancia. Hora a hora, no hay mejor manera de calentar el planeta que volar en un avión.
Por eso en Suecia, país que es paradigma de la preocupación medioambiental, también hablan ahora del "tagskryt" u orgullo de viajar en tren. Al viajar en tren un pasajero emite 14 gramos de CO2 por km, en comparación con 285 gramos emitidos si se desplaza en avión (un tren de cerca de 150 pasajeros y un avión de 88).
Esta moda está arraigando tanto que se ha estimado que flygskam podría estar detrás de la caída de 5% en el tráfico aéreo en Suecia en el primer trimestre de este año. Tal vez hayan influido otros factores, como la ola de calor.
Sea como fuere, aquí se pueden dar básicamente dos escenarios. El primero: que este nuevo nivel de concienciación medioambiental sea tan difícil de mantener por parte de los usuarios que, finalmente, se convierta en una moda residual (sigue siendo mucho más fácil enseñar en Instagram que compras prescindiendo de bolsas de plástico o que va a la compra con tupper).
El segundo: que el desarrollo de aviones eléctricos, que están cada vez más cerca, acabe por desmantelar esta nueva preocupación. Lo más probable es que ocurra una mezcla de ambas, o como diría el economista Miguel Anxo Bastos: "¿Quién ha hecho más por salvar los árboles? ¿El ecologismo o el pendrive?"