Muchas obras pictóricas románticas que se exhiben en museos tienen, en parte, la inspiración de los cielos crepusculares y de colores pesadillescos que presentaba el mundo tras la erupción del volcán Tambora, en 1815 (lo que también produjo un invierno que duró todo el año siguiente, y el nacimiento de Frankenstein en Suiza). Y aunque suene terrible, una la explosión de una bomba de la banda paramilitar irlandesa IRA originó fue uno de los motivos que condujeron el centro de Mánchester a ser como es.
La explosión tuvo lugar en 1966, después de que el IRA estacionara un camión con explosivos en el centro de Mánchester. Si bien una llamada telefónica permitió que la zona fuera evacuada antes de que la bomba explotase, docenas de edificios quedaron seriamente dañados, lo que cambió muchas cosas en la ciudad, tal y como explica Chris Anderson en su libro Makers:Aquello fue un punto de inflexión para Mánchester. Tras años de declive y fallidas estrategias para cambiar de rumbo, la reconstrucción se convirtió en un catalizador. La tragedia atrajo la atención nacional hacia la ciudad martirizada y ofreció una oportunidad para replantear el centro de la ciudad.
Unas cuantas manzanas al norte de Spinningfields está el Northern Quarter, donde algunos de aquellos almacenes textiles originales han sido vaciados y rediseñados como lugares de trabajo de alto diseño, ocupados por empresas Web, desarrolladores de juegos y estudios gráficos. Es la joya de la deseada reinvención de Manchester como un centro digital.
Así que, de repente, encontraréis esqueletos de fábricas victorianas con tejados derrumbados y ventanas desaparecidas, cadáveres de una época de esplendor industrial: Mánchester fue la primera ciudad industrializada del mundo y desempeñó un papel central durante la Revolución industrial. Como si la bomba, en realidad, no hubiese explotado unos metros más allá, sino aquí.
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