Cruzeiros, cruzados, pesos ley, australes, pesos fuertes, intis o nuevos soles. Los latinoamericanos tenemos una larga experiencia en el tema del cambio de una moneda a otra.
En las últimas décadas, las fluctuaciones económicas, la inflación, la depreciación de las monedas de cada país nos han llevado a ir restando ceros a nuestras divisas de siempre. Tantos, que en muchos casos (y para ocultar la caída del nivel de vida) los gobiernos han decidido en un momento dado cambiar directamente la divisa nacional.
Los venezolanos comenzaron el 2008 con una nueva moneda: el bolívar fuerte (¿qué menos, verdad?), que sustituye al bolívar antiguo cuyo estado atlético no parecía suficiente para enfrentarse a los tiempos. El pobre bolívar (a secas) perdió 3 ceros. En la paridad se cambiaban 2.150 bolívares antiguos por dólar y ahora corresponde a 2,15 bolívares fuertes por dólar estadounidense.
Si a los europeos todavía, después de varios años, les cuesta pasar de la lira o peseta al euro, imagínense cambiar periódicamente de moneda nacional restando ceros, moviendo la coma de sitio y perdiendo poder adquisitivo a ritmo tan acelerado que, en ocasiones, no llegamos a aprendernos el nombre del billete recién nacido cuando ya lo cambiaban por otro más nuevo.
Este "aviso para navegantes" es para los viajeros que vayan por la hermosa tierra venezolana y no quieran verse sorprendidos por los rápidos cálculos mentales del vendedor local (que podría ser en cualquier otro lado también). Abrir los ojos, que siempre está la amenaza del impuesto turístico que no se dice.
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