En otras palabras: cada vez que viajemos a un lugar de la mano de un blogger diferente, ese lugar se nos presentará nuevo, intocado. Hasta el punto de que viajar personalmente a un sitio será tan estimulante como viajar virtualmente desde el punto de vista de otra persona.
Algo similar a lo que sucede con la experiencia de acudir al cine a visionar una película y, posteriormente, leer las críticas, reseñas, recensiones y reflexiones de dicha película: revisitamos el filme, lo comprendemos de otro modo, e incluso nos gusta más o menos lo que nos había gustado en su momento. Cambiamos el foco. Que es, en definitiva, la esencia del viaje.
Ése es el motivo de que ya existan en Internet sitios como unboxing, sitios donde los internautas pueden compartir vídeos dedicados al placer indirecto de rasgar o abrir con tijeras las cajas de objetos nuevos recién adquiridos: un ordenador, un smartphone, un juguete, lo que sea. Así lo explica Chad Stoller, director ejecutivo de plataformas emergentes en la agenda publicitaria Organic:
Es la culminación de la lujuria. Hay muchas personas que aspiran y desean tener algo que quizá no pueden darse el lujo de comprar o no pueden adquirirlo por el momento y entonces buscan alguna forma de saciar su apetito.
Extrapoladlo a los viajes. Gracias a las llamadas neuronas espejo, sitas en una región de nuestro cerebro, podemos sentir algo similar a lo que experimenta en primera persona el que está frente a nosotros: por ello reímos cuando los demás ríen, bostezamos cuando los demás bostezan, componemos una mueca de dolor cuando el otro se golpea la mano con el martillo o nos sentimos un poco como Clint Eastwood cuando salimos del cine después de ver una película de Clint Eastwood.
Los bloggers de viajes no tardarán en transmitir online y de forma cercana todo eso, hasta límites insospechados, más allá de lo que producen las películas tipo La bruja de Blair (vídeos amateurs encontrados con visos de realidad) o los vídeos en primera persona que corren en Youtube, como el colgado por Nick Baily el 6 de noviembre de 2006, cuando adquirió una de las primeras consolas Wii que salieron a la venta y transmitió toda la liturgia de abrir el paquete y ponerla en funcionamiento a través de su canal de Youtube: sólo en la primera semana fue visto 71.000 veces. Miles de personas que sintieron la misma trepidación en el pecho que Baily.
Imaginad lo que se avecina con la implantación de las Google Glass o gadgets similares. Con la mejora de calidad del vídeo. Con el 3D. Con los teclados que transmiten sensaciones táctiles, odoríferas o sensoriales en general. Experiencias completas de viajeros que dan la vuelta al mundo. Todo filtrado a través del cerebro del propio viajero, que transformará ese viaje en algo único, como una interfaz inteligente de realidad virtual.
Los bloggers del futuro no serán meros cronistas, sino que inventarán nuevos lugares, agrandándolos o empequeñeciéndolos, añadiendo detalles, lustres, manchas, suprimiendo tópicos, secretos, enfoques. Nadie habrá viajado a Ámsterdam hasta que haya viajado unas cuántas veces a través de un blogger de viajes (y, por supuesto, haya pisado Ámsterdam con sus propios pies).
El blogger de viajes del futuro (o presente inminente) será cronista, escritor, reportero, productor, cineasta, turopeador y muchas otras cosas, todas simultáneamente. Pero lo más destacable es que, por primera vez, todo ello se producirá en tiempo real, desde el punto de vista unívoco de cada uno, sin filtros de terceros, sin intereses económicos directos, con todo lo bueno de lo amateur y sin nada de lo malo de lo profesional, dinámico, cambiante, opinable, colectivo como Wikipedia, multidiverso como la blogosfera. Más real. Más dirigido a nuestras neuronas espejo. Borrando más que nunca la línea divisoria entre consumidor y creador, viajero y lector de viajes. Parpadead, y lo veréis.
Fotos | Wikipedia