¿Se puede viajar a una ciudad sin ver sus iconos, simplemente disfrutando de alguna delicia gastronómica en un recoleto restaurante? ¿Se puede pasar por Nueva York yendo exclusivamente a un concierto en el Cornelia Street Café sin oler ni siquiera Central Park? A mi juicio, sí. De hecho, los viajes que mejor recuerdo, que mayor poso han dejado son en mí, son los que no se han dejado guiar por lo estrictamente turístico, el típico “debe visitarse” de cualquier enclave. Nunca olvidaré, por ejemplo, una tarde completa, hasta la hora de comer, en una cafetería de Chicago, tomándome uno de mis mejores cafés junto a un icono de mi infancia. Eché toda la tarde y, sin embargo, en ningún momento sentí que estaba desperdiciando el tiempo o que me estaba perdiendo mil cosas de la vibrante Chicago.
Un libro de viajes no sólo sirve para conocer un lugar desde el punto de vista particular del autor, sino que también constituye una excelente forma de viajar a un lugar sin tener la necesidad de visitarlo nunca de verdad. Y la mejor forma de viajar con la imaginación es dejarse transportar por la prosa del autor, imbricándola con tus propios resortes mentales: las imágenes, en consecuencia, podrían estorbar más que ayudar. ¿O acaso las novelas suelen tener imágenes?
Así pues, ya sea para viajar con la imaginación, ya sea para disfrutar de la historia, como si se leyera ficción, o para organizar nuestro propio viaje de exploración, de peregrinación, de experiencia, o de simple turismo de masas, a continuación os enumero los cinco libros de viajes que más he disfrutado en mi vida. Todos son para no iniciados, son libros entretenidos e incluso divertidos, son fáciles de leer, y sin duda los disfrutaréis de la primera a la última página:
1. En las antípodas, de Bill Bryson. Si tenéis pensado viajar a Australia, éste es el libro que deberéis leer por obligación. Y si no debéis viajar a Australia, también. La prosa de Bryson a la hora de describir escenarios y situaciones invitan a la carcajada, pero también estimulan el sentimiento de maravilla, con todo lo que eso conlleva: ensanchar la retina y descolgar la mandíbula, por ejemplo. Podéis leer la reseña que escribí del libro aquí.
2. La isla secreta, de Xavier Moret. Otro libro de imprescindible lectura tanto si tenéis pensado visitar Islandia, tierras de hielo y fuego, como si no. El texto es entrañable, casi hiperglucémico, y está repleto de información sorprendente sobre uno de los países más próximos a nosotros y, por contrapartida, uno de los países más desconocidos. Podéis leer mi reseña completa aquí.
3. El arte de viajar, de Alain de Botton. La mayoría de la gente suele confundir el turista con el viajero, el visitante con el buscador, el tirador de fotografías con el observador. Este exquisito libro en el que se mezcla filosofía y amor por los viajes probablemente servirá para aclarar un poco las cosas, pero sobre todo os permitirá abordar vuestras próximas vacaciones con otra disposición. Al final, vuestra experiencia será mucho más provechosa, y en definitiva regresaréis más felices y con la mochila trastesada de anécdotas. Mi reseña completa, aquí.
4. Historias de Nueva York, de Enric González. Para los que quieren descubrir una ciudad diferente a la de las guías turísticas. Ideal para quitarse de encima los tópicos del país, como que en Estados Unidos se come mal. Mi reseña completa, aquí.
5. Un mapa en la cabeza, de Ken Jennings. Los mapas han sido siempre parte indivisible del viajero. Incluso hoy, que tenemos GPS, nos gusta bucear en el mapa, aunque sea en nuestro smartphone. En este libro sabréis mil cosas sobre los mapas, sobre los adictos a los mapas, sobre los viajeros sistemáticos que visitan, por ejemplo, todos los Starbucks del país, y, también, conoceréis a los viajeros que más mundo han visto, que se reúnen en una suerte club de privilegiados en el que se reúnen para contar sus gestas. Mi reseña completa, aquí.
Bonus track: para lectores más exigentes o más leídos, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, del grotescamente quirúrgico David Foster Wallace; y El esnobismo de las golondrinas, del pomposo y culterano Mauricio Wiesenthal.