Con los costados profundamente tallados con caracteres japoneses, frente al mar de las costas de Japón podemos hallar unas adustas piedras que repiten el mismo mensaje desde hace seiscientos años: "Recuerda la calamidad de los grandes tsumanis. No construyas casas más allá de este punto".
En todo el país podemos encontrar cientos de estas altas piedras, avisos pétreos que ponen en evidencia hasta qué punto este lugar del mundo ha sido azotado por el poder destructor del mar.
Honshu
La mayor de las islas de Japón, Honshu, alberga la mayor parte de las piedras de advertencia contra tsumanis. Están en la costa nordeste, la misma costa en la que, el 11 de marzo de 2001, un terremoto con su consiguiente tsumani acabó con 15.984 vidas.
Tras esta catástrofe, la Asociación General Nacional de Canteros de Japón erigió 500 nuevos monumentos de piedra en la costa, similares en aspecto a las antiguas piedras de tsunami pero con traducción en inglés y códigos QR que remiten a información relativa al desastre de 2011.
Estas nuevas piedras incluso tienen mensajes más directos y prácticos, como: "En caso de terremoto, piense solo en sí mismo y busque terreno elevado".
El tamaño de estas piedras oscila entre uno y tres metros de altura. Muchas poblaciones les hacen un caso reverencial, y por eso han llegado a sobrevivir. Es el caso de la pequeña ciudad de Aneyoshi.
Aneyoshi cuenta con una piedra tras un tsumani que tuvo lugar en 1896. Sus habitantes siguieron sus advertencias y, desde entonces, no construyeron nada más allá de ella. Desde entonces, sus habitantes han logrado sobrevivir a los nuevos embates de las olas.
Las piedra de tsunami son mensajes petrificados que llegan de nuestros antepasados, cápsulas de sabiduría que deberíamos atenteder, lecciones que se imparten durante generaciones. Para Japón, además, estas piedras no son solo señales informativas: tienen también una función conmemorativ y espiritual, tal y como explica Alastair Bonnett en su libro Lugares sin mapa:
Las más antiguas recogen enseñanzas budistas que vinculan las catástrofes naturales a la justicia kármica. Otras más posteriores reflejan una influencia sintoísta.
A veces, las inscripciones están muy desgastadas (no olvidemos que algunas datan del 869 d.C., cuando tuvo lugar el maremoto Jogan), pero aún se aprecian sus mensajes y, en algunas de ellas, el nombre de las víctimas de las catástrofes.
Porque un tsunami1 (del japonés 津 [tsu], «puerto o bahía», y 波 [nami], «ola») es una desgracia, pero también es una forma de aprender y de crecer frente a los embates, en este caso, de las olas. Y es que en este país tienen lugar casi el 20 por ciento de los terremotos por encima de 6 grados en la escala Richter que hay en el mundo, así que tampoco les queda otra.